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Francesc-Marc Álvaro | Credibilitat i caricatura
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03 jun 2013 Credibilitat i caricatura

Se ha puesto de moda opinar sobre la credibilidad del proceso soberanista. Tiene lógica: desde fuera, se preguntan si todo esto va en serio mientras aquí, llevados por una mentalidad futbolística, pasamos de la euforia a la depresión, lo cual nos hace aparecer como cagadubtes. El debate es pertinente, pero ahí se mezclan cosas diferentes.

Por una parte, está la pregunta sobre la credibilidad de Mas como independentista, en el sentido de si será capaz de asumir su apuesta hasta las últimas consecuencias o -como sostienen y desean algunos- acabará volviendo a posiciones autonomistas. Por otra, está la pregunta sobre la credibilidad del proyecto de un Estado propio, que incluye a varios actores políticos y sociales, además de a un sector importante de la ciudadanía. Detrás de ambas preguntas, está la dificultad de aceptar que el esquema pujolista de relaciones Catalunya-España entró en crisis de manera definitiva a raíz de la reforma del Estatut y la sentencia del TC sobre el texto votado en referéndum.

Las preguntas sobre la credibilidad de Mas se solapan con dos prejuicios que se excluyen mutuamente. Para unos, el líder de CiU no es creíble porque no dice ni hace lo que se esperaba del heredero de Pujol; una parte de los que tienen esta opinión son los mismos que resumen el problema diciendo que «Mas se ha vuelto loco» y otra parte, dentro de este sector, son los que piensan que, para frenar el movimiento, hay que abatir al actual president como sea. Para otros (aquí confluyen partidarios y contrarios al soberanismo), Mas no es creíble porque su independentismo «no es sincero» y «no está claro que quiera llegar hasta el final». Entre la caricatura de un Mas enloquecido y de un Mas farsante, se genera mucha opinión que no sirve para nada. Porque prescinde de una premisa tozuda: la Catalunya del 2013 no es la de 1983.

Sobre la credibilidad del proyecto soberanista, las cosas son más complicadas: ninguno de los actores implicados había previsto lo que pasaría después del Onze de Setembre del año pasado y después de las últimas elecciones catalanas, que generaron dos hechos que son contradictorios, se quiera admitir o no: el derecho a decidir articula la principal mayoría social, pero el liderazgo del president ha sufrido un castigo electoral. Eso no convierte en irreal al movimiento, pero sí lo hace menos mayoritario y menos incontestable de lo que hace falta para romper las resistencias internas y frenar las amenazas externas. El soberanismo menos ingenuo sabe que el verdadero objetivo es ampliar la masa crítica de partidarios del sí al Estado propio. Con todo, es un hecho que la fuerza del movimiento soberanista proviene de la constatación de que Madrid no ofrece ninguna alternativa creíble a la actual reserva india. Pero eso tiene que ver con la credibilidad de otros, no con la de Mas o Junqueras.

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