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Francesc-Marc Álvaro | Herois d’ara mateix
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21 jun 2013 Herois d’ara mateix

El pasado sábado, cuando entré en el supermercado, un señor me informó de que se estaba haciendo una provisión para el Banco de Alimentos, con el objetivo de conseguir productos básicos para las personas más necesitadas. Me dio un folleto donde se explicaba que los alimentos prioritarios son aceite, arroz, pasta, azúcar, legumbres cocidas o crudas, conservas de pescado, tomate, cacao en polvo, galletas, cereales, leche y mermeladas.

A la salida, una vez habías pasado por caja, otros voluntarios recogían y ordenaban los alimentos que los clientes habían comprado para la provisión. Me admiró la gran discreción y eficacia -incluso delicadeza- con que los que habían decidido pasar la tarde del sábado allí se dedicaban a apilar, agrupar y controlar los productos que irían, finalmente, a los almacenes del Banc de Queviures de Vilanova i la Geltrú. Los voluntarios que yo vi eran mujeres y hombres que pasaban de los cuarenta o de los cincuenta y que, contrariamente a lo que pasa con algunas modas solidarias pensadas exclusivamente para los medios, no interpretaban ningún papel sino que actuaban de manera natural y sin ruido. La escena no tenía ni música ni un diseño de producción esmerado para crear un determinado clima. Imaginen un supermercado de barriada un sábado a primera hora de la tarde, nada más.

Se ha escrito mucho sobre la solidaridad anónima y sobre la riqueza extraordinaria que representan los voluntarios, sin los cuales los dramas de la crisis serían todavía más agudos. Desde el punto de vista conceptual, se ha dicho todo lo que se tiene que decir de estos ciudadanos excelentes y, por tanto, vale más guardar silencio. Con todo, me parece que puede tener un cierto interés consignar el contraste entre un mundo lleno de ruido y unos voluntarios que -por lo que yo observé- hacían mucho como si nada, como si todo fluyera y fuera fácil. Esta circunstancia me llamó la atención, así como la amabilidad extrema con la cual operaban. Quizás porque nos hemos acostumbrado a la falta de respeto y a unas dosis de indiferencia muy altas, cuando topamos con un grupo que milita en todo lo contrario se produce un efecto iluminador. ¿Cómo decirlo sin que piensen que exagero? Me emocioné ante la elegancia moral de estas mujeres y hombres que regalaban unas horas para sacar adelante el país, desde un supermercado, apuntando, meticulosamente, los kilos de arroz o de legumbres que iban recogiendo. La mayoría estamos muy por debajo y muy lejos de estas personas gracias a las cuales la palabra dignidad no es una simple antigualla en el diccionario.

Si esta crisis es una guerra, la gente que hace esto son los verdaderos héroes. Lo digo y no lo repito, porque es seguro que ellos no aceptarían estas denominación, nada original pero de una precisión indiscutible.

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