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Francesc-Marc Álvaro | De pors i silencis
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02 sep 2013 De pors i silencis

Me lo recordaba un amigo este verano: “Cuando esto del independentismo era cosa de cuatro gatos, nos llamaban locos y se reían de nosotros; ahora, que es cosa de mucha más gente, dicen que el loco es el president de Catalunya y quieren meterlo en la cárcel”. La vida te da sorpresas.

Ahora, en vez de debatir sobre la propuesta independentista serenamente, hay algunas voces que prefieren desplazar el debate a otro asunto, lateral: aseguran que la oleada soberanista genera miedo de hablar entre los que quieren mantener Catalunya dentro de España, que no se atreven a llevar la contraria e incluso hay quien ve ahí un “déficit democrático”. Agárrense fuerte: el déficit democrático ya no sería que se prohíba votar a todo un pueblo sino que una parte importante de este pueblo reclame este ejercicio de manera pacífica. El mundo al revés. Por cierto, cuando en 1992 Garzón ordenó la detención de una serie de ciudadanos por ser independentistas, ¿qué sentían los que ahora dicen tener miedo porque hay más gente que quiere un Estado catalán?

Obviamente, no digo que no haya personas que, en determinados ambientes, no quieran debatir sobre la cuestión porque predomina la opinión favorable a la independencia. También se da lo contrario. Servidor, por ejemplo, a veces, elude la discusión cuando se encuentra en determinados círculos, donde la visión hegemónica es que los catalanes tenemos que seguir siendo españoles caiga quien caiga. Es por economía del esfuerzo y por salud mental. Pero más allá de las percepciones subjetivas, están los hechos. El periodismo serio debe hablar de realidades concretas.

Los hechos son rotundos y nos indican cual es la verdadera espiral del silencio. Es la que sostienen y fabrican la mayor parte de poderes formales e informales que, como es sabido, se oponen fanáticamente al divorcio Catalunya-España. La prueba la tenemos cuando repasamos la lista de silenciados y represaliados. En ella sólo encontramos a personas que se han mostrado favorables a la independencia –como la profesora Clara Ponsatí, académica de prestigio internacional a quien se retira una beca en una universidad de EE.UU.- o bien personas que, sin ser independentistas, han manifestado que debe escucharse a la gente –como el ex-fiscal superior de Catalunya, Rodríguez Sol, un jurista demasiado demócrata para sus superiores. Además de estos dos nombres ilustres, hay varios deportistas que han estado oficialmente coaccionados o sancionados por lucir la estelada así como un  montón de cantantes y artistas, algunos de los cuales por participar en el Concert per la Llibertat.

Estas represalias sí deberían dar miedo a cualquier ciudadano decente, quiera o no la independencia. Mientras, los partidarios de no tocar nada tendrían que explicar los beneficios de seguir siendo españoles de segunda, despreciados, insultados y expoliados por ley.

 

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