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Francesc-Marc Álvaro | El Papa i els papistes
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27 sep 2013 El Papa i els papistes

El nuevo Papa, como afirma mi amigo Torralba, ha descolocado a todo el mundo, dentro y fuera de la Iglesia. Me parece que los que lo están viviendo peor son los católicos ultraconservadores -muy presentes entre la jerarquía de las Españas- y los oportunistas partidarios de ser -nunca mejor dicho- más papistas que el Papa, a ver si así pueden vestir pronto la púrpura. La situación es muy interesante, porque el papa Francisco no hace ni dice cosas muy papistas, todo lo contrario.

En la larga entrevista a La Civiltà Cattolica, Jorge Bergoglio expone, entre otras cosas, esto: «La primera reforma tiene que ser la de las actitudes. Los ministros del Evangelio deben ser personas capaces de calentar el corazón de las personas, de andar con ellas en la noche, de saber dialogar e incluso descender a su noche y su oscuridad sin perderse. El pueblo de Dios necesita pastores y no funcionarios clérigos de despacho». Me parece que nunca habíamos oído una autocrítica tan clara de boca de algún sucesor de Pedro. Periodísticamente, el personaje es apasionante. Para los creyentes, Francisco debe de ser como un vendaval.

¿Qué harán ahora los que, durante siglos, se han otorgado el papel de guardianes de las ortodoxias romanas, a menudo con un fanatismo y un tono excluyente impropios de los que se proclaman seguidores de Jesucristo? El presidente de la empresa está cambiando las palabras y los gestos y ellos, los vigilantes de la fe, están quedando en fuera de juego y el desconcierto se les nota en la cara. Gracias a alguna televisión de ideología ultracatólica y ultraespañolista se puede observar el tipo de reacciones que está provocando un Papa que no encaja en el guión de los que viven flotando en la caspa perpetua del pensamiento reaccionario. Francisco, que hace bandera de la compasión y del diálogo, que se define como pecador, está a años luz de unos elementos que todavía tienen como divisa la cruz y la espada, y que leen la compleja realidad como una batalla a muerte contra los infieles.

Con todo el respeto de quien es agnóstico pero se siente culturalmente cristiano, veo a mis amigos católicos animados con el nuevo Papa y eso me hace pensar que, a veces, la historia abre puertas inesperadas cuando la gente más lo necesita. Ahora bien, mis amigos no tienen nada que ver con los carcas que también forman parte de la Iglesia, y eso nos obliga a reflexionar sobre las duras resistencias que Bergoglio se está encontrando dentro y fuera del Vaticano para sacar adelante sus reformas. Hay demasiada gente acostumbrada a invocar al Papa para prohibir y amenazar. Seguro que algunos ya empiezan a añorar a Lefebvre, aquel arzobispo francés ultra que fue excomulgado por Juan Pablo II. Cuando murió, en 1991, Libération tituló: «Lefebvre asciende a la derecha de Dios padre».

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