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Francesc-Marc Álvaro | Lliçons valencianes
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08 nov 2013 Lliçons valencianes

El cierre oficial de Canal 9 permite reflexiones desde varios abordajes. Antes de entrar en materia, sin embargo, quiero hacer tres afirmaciones, para evitar malentendidos. Primera: es una evidencia histórica que los valencianos y los catalanes (con los baleares) compartimos un mismo espacio cultural y lingüístico, pero también es un hecho innegable que estas tres sociedades presentan coordenadas y dinámicas políticas muy diferentes, empezando por sistemas de partidos que no tienen nada que ver. Segundo: tengo amigos valencianos pero siempre procuro evitar una actitud catalana que ha hecho mucho daño en Valencia y que consiste en explicar, desde Barcelona, lo que deben hacer nuestros vecinos. Tercera: expreso mi solidaridad y respeto por los trabajadores de RTVV en un momento tan difícil, pero también me pregunto por qué motivo han esperado tanto en movilizarse para denunciar una empresa que ahora, según sabemos, fallaba por todos lados, en gestión y en unos mínimos de pluralismo.

Dicho esto y dejando bien claro que me parece una muy mala noticia que un medio sea cerrado, quiero llevar este acontecimiento a un terreno más incómodo para todo el mundo, para no hacernos trampas. Lo resumo con una pregunta: ¿Por qué la sociedad valenciana, en su conjunto, no ha exigido a sus políticos que Canal 9 fuera de otra manera? Atención: el núcleo de la discusión no es sobre el PP y un canal público que esta formación no se ha creído nunca, sino sobre lo que votan y dejan de votar los valencianos cuando toca elegir a los que dirigen su país.

He dicho que el asunto es incómodo porque nos enfrenta a una evidencia que, gustará o no, pero nos ahorra la tentación de cualquier paternalismo: hace muchos años que los populares hacen a su antojo en la Generalitat valenciana porque así lo han querido aquellos que son gobernados. Es cierto que algunas encuestas apuntan que esta hegemonía empieza a resquebrajarse y que opciones como Compromís avanzan, pero también hay que recordar que los socialistas (que, por cierto, montaron Canal 9 desde el secesionismo lingüístico) han hecho todo lo posible durante años para fracasar y pelearse entre ellos.

El presidente Fabra ordena el cierre de una empresa pública estratégica y eso le valdrá ser presentado por la derecha de Madrid como un gran precursor y un barón territorial con sentido común. Ideología nítida, neocentralismo, como las cuentas de Montoro ilustran: las autonomías deben quedar reducidas a la mínima expresión, las históricas y las que no, salvo los vascos. Más allá de núcleos profesionales y de algunas entidades, los hechos son tozudos: es la sociedad valenciana la que, mayoritariamente, ha dejado morir Canal 9 y el drama no ha ocurrido de un día para otro. Por eso Fabra ha rematado la faena con total tranquilidad.

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