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Francesc-Marc Álvaro | Abans dels videojocs
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03 ene 2014 Abans dels videojocs

Josep Pla no jugó nunca con videojuegos, en aquella época los jóvenes que querían tener experiencias (y los que no) frecuentaban las casas de citas. Leo en uno de los últimos diarios del año pasado una pieza donde se habla de la filosofía de los videojuegos. Uno de los expertos considera -así me parece entenderlo- que en cine y literatura «la narración perfecta es aquella que te hace olvidarte de ti mismo», mientras que los videojuegos no implican una suspensión del yo. Paren máquinas. El arte, el entretenimiento y el yo. He ahí un triángulo apasionante. Pongo en duda lo que afirma el especialista: no me ocurre nunca, leyendo un buen libro o viendo una buena película, que me olvide del yo. Todo lo contrario: el arte que dice cosas y las dice bien me hace pensar en lo que soy y en lo que vivo, de manera que acabo dialogando sin darme cuenta con las manías del autor. El lector o el espectador son una parte imprescindible del hecho artístico, esto es elemental. El buen creador te da un puñetazo -o un arañazo- que acostumbra a doler en aquella extremidad que, precisamente, pensabas que te habían amputado.

No pasé de los juegos de estrategia clásicos a los videojuegos como no pasé de los tebeos infantiles al cómic adulto, tiene que haber gente para todo. Con un amigo de infancia, que después se dedicó profesionalmente a la política, había jugado a los juegos de guerra de tablero y fichas. Eran unos juegos que podían durar días y días, como uno muy famoso que reproducía el desembarco de Normandía y la liberación de la Europa sometida a Hitler. Eran juegos que pedían paciencia, imaginación y la administración inteligente de los recursos. A diferencia de los videojuegos, todo aquello era lento y reflexivo, había que pensar mucho antes de actuar. Las imágenes eran mentales, como al leer un libro. Todo aquello era como del tiempo de las diligencias. Los adolescentes de casa, si les llevo aquellos juegos, me los tiran por la cabeza. No siento nostalgia, constato que cada generación se cuece como puede.

El primer día de cada año, practico un ritual sencillo y barato: leer a Pla al azar, a ver qué me dice. Es mi videojuego. Abro el volumen 26 de la Obra completa. Página 302: «El que s’anomena l’orgull espanyol no és més que una vanitat gratuïta, trista, grotesca». Pataplaf. A veces, encuentras este tipo de perlas y es como si hubieras dado con la puerta que lleva al club privado. «Actualidad de Pla», podríamos titular discretamente antes de brindar de perfil. Otra perla, página 159, cuando habla de un encuentro con Vicens Vives, a quien describe como «un home que es vigila». Precisión suprema del retrato. ¿Quiénes son los hombres que hoy se vigilan a sí mismos en este país? Pla no conoció los videojuegos: fumaba, bebía y visitaba las casas de citas.

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