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Francesc-Marc Álvaro | Ridículs internacionals
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10 ene 2014 Ridículs internacionals

Mariano Rajoy, según leo en algunas informaciones, habló el miércoles del «ridículo» que puede hacer Artur Mas si persiste en su campaña internacional para explicar la voluntad del Govern y de una parte mayoritaria de la sociedad catalana de votar sobre el futuro del país. Rajoy dijo eso durante una reunión de la dirección del PP. Que Mas haya escrito a algunos mandatarios europeos es una acción que ha irritado al Ejecutivo popular y a otros sectores, entre los que también hay socialistas y algún académico catalán exasesor de Carme Chacón. Unos y otros pueden decir que es ridículo que Mas haga pedagogía internacional del caso catalán como podrían decir que Mas practica «el aldeanismo y el aislamiento» si no lo hiciera. Pueden decir lo que sea porque están demasiado nerviosos. El ridículo en política depende mucho de quien observa y de quien valora. Si se trata de objetivar los ridículos de aquí (de Catalunya y/o España), consideremos lo que dicen fuera.

Escribo estas líneas desde Alemania. Puedo asegurar que, de todas las noticias que llegan de las Españas, no es Mas ni el soberanismo lo que produce más ridículo, ni más escándalo, ni más vergüenza ajena. Son otros hechos y otros personajes los que proyectan una imagen penosa, rancia, esperpéntica e insolvente de España. Son otras situaciones y otros entornos los que describen un Estado que provoca una gran desconfianza entre los dirigentes de los principales países de la UE. Qué fácil sería todo para ciertas élites de Madrid si pudieran atribuir sus males mecánicamente a Mas, al soberanismo y a los catalanes que no nos resignamos a ser tratados con la habitual mezcla de menosprecio, injusticia y amenaza.

Tomemos un ejemplo de gran ridículo internacional de los poderes españoles, objetivamente establecido por la opinión global: el plante de la empresa española Sacyr ante la Autoridad del Canal del Panamá. Este caso ha convertido en noticia mundial un estilo y una manera de hacer que, durante años, ha sido habitual de puertas adentro, bajo presidentes de izquierda y de derecha en la Moncloa. La marca España recibe un golpe fuerte a raíz de los trapicheos de los directivos de Sacyr en Panamá. Son estos individuos con su instinto irresponsable -y no Mas ni los catalanes que quieren votar pacíficamente- los que hacen daño al prestigio de una España que tanto dicen amar y que tanto quieren proteger contra los enemigos de la patria.

Hay frases que se gastan por un repetido mal uso. Una es especialmente odiosa porque se la han quedado en propiedad algunas figuras que no deberían haber llegado ni a presidentes de escalera. Hablo del hit atribuido a Josep Tarradellas: «En política se puede hacer todo, menos el ridículo». Lo que no se puede hacer en política democrática es actuar sin escuchar a la gente y repitiendo la palabra imposible como un conjuro de brujas.

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