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Francesc-Marc Álvaro | Primàries i nova política
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17 mar 2014 Primàries i nova política

El debate entre los candidatos a las primarias del PSC de Barcelona, que Jordi Basté acogió en su programa de RAC1 el viernes, tuvo el acierto de mostrarnos un proceso que va mucho más allá del combate entre familias socialistas o la dialéctica clásica entre continuidad y cambio. A mi parecer, lo que está pasando con esa elección pone en cuestión la frontera entre partido y sociedad y entre militancia y ciudadanía. Cabe recordar hoy que un elemento básico del adiós de Pasqual Maragall como alcalde fue, en su momento, la relación problemática entre el líder de la ciudad y el aparato de un partido acostumbrado a controlar el poder en varias administraciones.

Los cinco participantes en las primarias se refirieron a los valores del PSC. Es significativo que se hable de valores precisamente cuando esta marca recula más en todas las encuestas. Quizás hay un problema de diagnóstico y no se trataría de redefinir lo que el PSC es, sino lo que el PSC hace y cómo lo hace. En el debate sobre las esencias del PSC, las unanimidades son altas. Por eso es más interesante que el debate sea sobre las actitudes: ¿Un partido que se abre a nueva gente o un partido que pide adhesiones mecánicas? ¿Un partido que dialoga con nuevos fenómenos o un partido que los ignora? ¿Un partido que acepta complejidades imprevistas o un partido que propugna simplificaciones?

Entre la defensa legítima de la militancia de siempre que hace Carmen Andrés y los hábiles guiños al soberanismo de Jordi Martí, pasando por la ortodoxia oficialista de Jaume Collboni o las posiciones intermedias de Laia Bonet o Rocío Martínez-Sampere, los cinco que quieren disputar la alcaldía al convergente Xavier Trias están poniendo los problemas del PSC -más que los de Barcelona- sobre la mesa. Es, pues, una buena oportunidad para pasar del desconcierto al autoexamen. Las primarias de Barcelona son la primera ocasión que tiene el socialismo catalán de ponerse ante el espejo para asumir -sin engaños- cuál es su estado y qué papel quiere tener los próximos años.

Por debajo de todo eso, late otra discusión, más trascendente y que tiene que ver con el corazón de nuestras democracias. La resumo con una pregunta: ¿Qué tiene que ser hoy un partido político? La apertura a nuevos públicos del candidato Jordi Martí -¿oportunista o sincera?- señala un modelo de partido más al estilo americano, como ensayó Maragall en las elecciones de 1999, cuando el PSC logró el mejor resultado en unas autonómicas. ¿Puede el PSC de Barcelona ser el interruptor de un cambio de cultura política? ¿Se atreverá CiU a hacer primarias algún día? ¿Hace falta que toque fondo para que un partido grande abra puertas y ventanas? Sin la voluntad de rehacer la democracia desde abajo, no habrá nueva política.

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