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Francesc-Marc Álvaro | Turisme del PP
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25 abr 2014 Turisme del PP

Si yo fuera más joven, más cínico y más aventurero, me ofrecería de asesor a la Moncloa y al PP para que ellos aborden con más salero eso que denominamos «el proceso» y que -con permiso de vascos y escoceses- no es otra cosa que el resultado lógico y natural de más de cien años de intentar convertir al Estado español -lean al Vicens Vives que nadie cita- en otro lugar, lo que un optimista catalán resumió, cuando yo era un chaval, con un eslogan muy bonito: «Hay otra forma de hacer España».

Si yo fuera más joven y tuviera menos manías, llamaría a Madrid y vendería un curso sobre «El arte de viajar a Catalunya». Dicen que este tipo de servicios son muy estimados, sobre todo en momentos de tribulación. Mi recetario milagroso consistiría en recomendar todo lo contrario de lo que se hace. ¿Y qué se hace? Turismo relámpago. Últimamente, Rajoy y la vicepresidenta Santamaría han pasado por Barcelona para lo que la abuela llamaba «un visto y no visto»: muy pocas horas, tiempo sólo para unas fotos tipo boda. La técnica es parecida a la de los viajes de turismo organizado que pretenden que, en menos de quince días, conozcamos toda Europa. «Si hoy es miércoles, esto es Barcelona». En este caso, siempre (miércoles, viernes o sábado) es Barcelona o el área metropolitana. Y siempre también, en las imágenes, sale la señora Llanos de Luna, que parece que ya no vigila las banderas de los ayuntamientos. Sin embargo, ¿cuál es el propósito de estas visitas tan breves?

La cuestión no es fácil de averiguar. Sobre todo porque se hace más oscura si tenemos en cuenta que -en general y salvo excepciones- las mencionadas personalidades se reúnen y hablan sólo con indígenas que acostumbran a decir precisamente lo que estas figuras quieren oír. Pero no nos despistemos. El asunto es saber la finalidad de estos periplos comprimidos. Para conocer la realidad catalana no sirven y tampoco parecen útiles para generar simpatías. Misterio.

Hay quien dice que se trata de visitas coloniales. No estoy de acuerdo. Los colonialistas serios (piensen en los británicos) siempre han estudiado bien el territorio y han tenido mucho respeto por la realidad. Aquí estamos -me parece- ante simple turismo de todo a cien, una industria que acaba convirtiendo toda destinación en un no lugar donde la gente se hace, a toda prisa, una foto (una selfie, quizás) para poder decir que ha estado allí. Catalunya, para Rajoy y sus ministros, es un no lugar, concepto explicado por el antropólogo francés Marc Augé. Por eso los catalanes somos también una no nación, un no pueblo y una no consulta. Y por eso hay quien detecta fractura social donde sólo hay gente que pasea y compra libros y rosas. Hay que decir que, también para el señor Rubalcaba y el PSOE, Catalunya es un no lugar, con un no partido socialista.

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