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Francesc-Marc Álvaro | Voluntariat obligatori
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04 jul 2014 Voluntariat obligatori

Un objetivo loable con un método que me cuesta entender: promover de manera obligatoria y evaluable que los estudiantes de 3.º y 4.º de ESO realicen servicios comunitarios para que puedan pasar de los valores en abstracto a las actitudes, a partir de la realidad más cercana. Nadie duda de que una educación integral debe incluir esta dimensión, que está en manos primeramente de las familias y también de asociaciones de todo tipo, desde centres d’esplai a clubs deportivos, pasando por agrupamientos scouts y otros ámbitos. Está claro, pero no veo que la mejor manera de conseguirlo sea convertirlo en una asignatura más que aprobar.

Tengo un gran respeto por la consellera Rigau porque -como ya he escrito alguna vez- reúne un conocimiento profundo y vivido del área que gestiona más una mirada política experimentada. Quiero decir que al president Mas y al país les iría bien tener más consellers de este estilo. Por eso me sorprende que Ensenyament ponga este proyecto en marcha. No quiero enmendar la tarea de pedagogos y psicólogos, pero mi impresión es que algo chirría cuando se hace promoción del voluntariado de manera que te debes apuntar sí o sí. El mensaje es confuso y desconcertante. Cuando abundan los expertos que dicen, por ejemplo, que no hay nada peor para fomentar la lectura que asociarla a una obligación escolar, aquí vamos en sentido contrario.

Según la nota que ha difundido la conselleria, «un 98% de los centros que ya han participado en la experiencia han asegurado que la práctica del servicio comunitario ha mejorado la actitud y los valores de los alumnos». Si es así, mis preocupaciones no tienen sentido y debemos felicitarnos. Con todo, y más allá de las estadísticas, desde el punto de vista conceptual sigo considerando bastante absurdo que no se predique con el ejemplo. Y, para mí, predicar con el ejemplo significa poner al adolescente ante la responsabilidad de elegir si se compromete o no. Siempre a partir de toda la información posible y acompañado de los profesores, el individuo de 15 o 16 años debería asumir el riesgo de dar o no este paso.

Algunos lectores dirán que nuestros hijos, a estas edades, todavía no son lo bastante maduros. Depende. Los padres de ahora -por activa o por pasiva- hemos convenido que los adolescentes pueden imitar a los adultos en muchos campos, como ejercer de consumidores totales, conectarse con medio mundo o mantener relaciones sexuales. ¿Por qué les tratamos como a niños pequeños cuando se trata, precisamente, de hacerles asumir el papel de ciudadanos responsables? Recuerden que hay quien plantea consultas en las que puedan votar las personas de 16 años. El voluntariado obligatorio no me gusta. Me parece ver en él -ustedes me perdonen- la constatación de un fracaso social que da miedo admitir.

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