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Francesc-Marc Álvaro | El teu fill contra EI
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05 sep 2014 El teu fill contra EI

Un buen amigo se pregunta cómo reaccionaríamos si un día Europa fuera a la guerra contra el islamismo fanático y extremista y un hijo nuestro quisiera alistarse. ¿Qué haríamos? ¿Intentaríamos evitar que fuera o le desearíamos suerte? Mi amigo hace una pregunta más incómoda y más política que privada: ¿estaríamos dispuestos a poner carne de nuestra carne para defender nuestras libertades básicas y nuestro modelo de vida, que tiene tantos defectos pero que es el menos malo que hemos inventado? La trampa que nos hacemos al reflexionar sobre esto consiste en olvidar que dependemos de ejércitos profesionales, que son presentados a menudo como una especie de hermanitas de la caridad dedicadas principalmente a misiones humanitarias. El que hoy va a la guerra siempre es el otro, quizás un inmigrante latinoamericano que hace de soldado para integrarse rápidamente en un nuevo país. Nuestros hijos no van.

Veo fotos de chicas kurdas luchando contra los asesinos crueles del Estado Islámico (EI) y siento una mezcla extraña de admiración infinita y de inquietud. Ellas podrían ser nuestras hijas. La canciller Merkel rompe un gran tabú histórico y envía armas a este pueblo asediado mientras Obama parece terriblemente lento, tiene miedo de repetir errores de su antecesor. Pero sólo con drones no puede acabarse con el mal radical, recuerden los incontables muertos rusos y norteamericanos que contribuyeron a la derrota de Hitler. Recuérdenles a menudo, sobre todo cuando vean algunos idiotas llevando banderas fascistas en nuestras calles. O cuando los miserables utilizan la palabra nazi para insultar a gente pacífica.

Las actuales sociedades europeas -salvo el Reino Unido- no están preparadas para asumir una guerra que represente tener que recibir cada día centenares de bolsas con cuerpos de jóvenes muertos, aunque sean profesionales que ya saben cuál es el trato. No estamos nada preparados y por eso la UE es un poder blando que toca el violín y recula a la mínima que Putin ejerce como chulo de barrio. Y por eso tuvo que ser el presidente Clinton quien ordenara el bombardeo de la OTAN contra las tropas serbias que se dedicaban a la limpieza étnica en Kosovo, una operación contra la cual bramaron algunos falsos pacifistas. Querríamos guerras sin ninguna baja, la victoria sin ensuciarnos y sin poner en riesgo nada importante.

La guerra contra el Estado Islámico choca con nuestro peculiar umbral de sufrimiento: no queremos tener que recibir ni un solo joven muerto en la lucha contra los fanáticos. ¿Dejaremos que las milicias peshmergas den la cara en solitario contra el yihadismo más destructivo? Ellos no tienen más remedio. Bruselas hace cálculos y yo pienso en mis hijos desde la seguridad precaria y vacía de quien mira los vídeos de decapitaciones sin saber qué decir.

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