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Francesc-Marc Álvaro | L’unionisme fa figa
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13 oct 2014 L’unionisme fa figa

El grupo Societat Civil Catalana (SCC) no se salió ayer con la suya a la hora de llenar la plaza Catalunya, a pesar de tener la colaboración de la mayoría de medios públicos y privados de España, el apoyo de los dos grandes partidos españoles, y muchos recursos, el origen de los cuales -por cierto- todavía no se ha explicado. El fracaso de la convocatoria de los unionistas muestra el problema de fondo. SCC hace dos batallas a la vez: contra cualquier consulta y contra la independencia. La ausencia de grupos relevantes que defiendan una Catalunya dentro de España pero acepten la consulta pone de manifiesto que el unionismo catalán organizado no tiene fe alguna en sus propios argumentos y que sólo se fía del poder condigno del Estado. Si tienes a favor los tribunales, los inspectores de Hacienda y la Guardia Civil, no haces ningún esfuerzo por decir nada nuevo. Te limitas a presentar el soberanismo como «una forma de populismo» y esperas que el TC ponga en marcha la apisonadora y que nada se mueva.

En unas condiciones al estilo británico, con un referéndum pactado entre el Gobierno y el Govern, los contrarios a la independencia no se podrían dedicar sólo al pensamiento catastrófico sobre un futuro Estado catalán independiente. El unionismo debería poner encima de la mesa una idea interesante de España y debería exhibir un proyecto que hablara con respeto a los catalanes que ya han desconectado. Pero Rajoy no ha imitado a Cameron y lo que hay es la prohibición y una pila de amenazas, por lo cual SCC y similares acaban haciendo un papel menor, el de coristas de Llanos de Luna. El Estado necesitaba animadores locales y ya los tiene.

Según algunos, el soberanismo destila pensamiento mágico porque da respuestas que ponen el acento en previsiones positivas. Me hace gracia que eso lo diga gente que, cuando llevaba el pelo largo y fumaba hierba, creía en la dictadura del proletariado o en la comuna universal. La memoria es débil. No diré que todo lo que explica el soberanismo sea perfecto e incuestionable pero, al lado de las no propuestas del unionismo (y del federalismo inexistente o de las vías extraviadas), el discurso de la independencia surge de un esfuerzo nada despreciable por construir una democracia más avanzada, justa y próxima a los intereses generales. Pensamiento mágico es negar la gravedad de un problema mientras se invoca el nombre de Espriu en vano, como si viviéramos en 1977.

El unionismo catalán prefabricado no consigue lo que busca. Ni el 12 de octubre ni el 6 de diciembre, ni con referencias a una hispanidad rancia ni cuando levanta la bandera del patriotismo constitucional. Un muro de contención improvisado no será nunca una propuesta estimulante y creíble. Ahora bien, eso no quiere decir que la independencia tenga hoy asegurado el 51% en las urnas. Sería bueno que algunos pensaran en ello.

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