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Francesc-Marc Álvaro | Malentesos sobiranistes
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20 oct 2014 Malentesos sobiranistes

Que haya intensidad de acontecimientos permite pensar que la historia se acelera -cuidado, señor Rajoy-, pero sería de gran ingenuidad creer que un proceso como el soberanista se despliega sólo en línea recta. El acto multitudinario que ayer organizó la ANC y Òmnium en la plaza Catalunya sirvió para tres cosas: decir que la consulta alternativa del 9-N es una oportunidad que hay que aprovechar bien; decir que las plebiscitarias se deben hacer muy pronto, y callar sobre el asunto peludo de una eventual lista amplia soberanista, que unos quieren y otros no. Los discursos de las dos oradoras tuvieron la virtud del equilibrio milimétrico para contentar a todo el mundo un poco. La triangulación partidos-entidades-gente movilizada es más complicada de lo que parece, porque los intereses son diversos. Y porque está atravesada por un combate de hegemonías que viene de antiguo. Un combate que el horizonte de independencia no detiene pero desplaza a un (aparente) segundo término. Con todo, y procurando superar la anécdota, detecto ahora tres malentendidos en el campo soberanista, cuya repercusión no me parece menor.

Primero: complejidad no es ambigüedad. El proceso ha acabado con la ambigüedad de CiU, incluso con la de la Unió de Duran (pero no con la de ICV) y ha clarificado las posiciones de los socialistas, hasta partirlos. La propuesta de una Catalunya independiente ha enterrado el paradigma autonómico de la ambigüedad. Pero esta novedad no se puede confundir con la superación de la complejidad, extremo que a veces no se ha subrayado bastante. La ANC y Òmnium tienen por bandera el fin de las ambigüedades mientras el Govern no puede hacer abstracción de la complejidad que informa esta apuesta. Los partidos se mueven en un estrecho pasillo entre una y otra.

Segundo: una declaración unilateral de independencia -salida que ha generado el Gobierno en la medida en que rechaza imitar al Gobierno británico- es una herramienta que forma parte de la hoja de ruta de los partidos y las entidades, y estará en el centro de todas las eventuales negociaciones de cara a los próximos comicios. La DUI ha pasado de ser un concepto técnico a formar parte del lenguaje habitual de la parte de la sociedad que tira del carro de la desconexión. Pero hay que explicar bien que una DUI no es un botón, sino una puerta que da paso a una etapa de ruptura y que, por lo tanto, implica asumir más complejidad y desmontar las desconfianzas, que ahora lo intoxican todo. Como dice Carles Viver Pi-Sunyer: «Si va bien, esto será largo».

Tercero: lo que mueve la política es el principio de necesidad y no el de comodidad. Todos los partidos favorables a la independencia tienen una necesidad coincidente, por encima de los respectivos cálculos: no fallar a las expectativas de la gente que hace de motor del gran cambio. Que la táctica no reviente el sentido de responsabilidad.

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