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Francesc-Marc Álvaro | Partit de la vergonya
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31 oct 2014 Partit de la vergonya

Tanto hablar de nazis y, al final, hay quien invita al Parlament a un individuo que saluda al estilo de los seguidores de Hitler y Franco. Si no diera pena y asco, haría reír. Porque es sabido que los que hacen este tipo de gestos son enemigos de la democracia y tienen una ideología destructiva basada en la violencia y la tiranía. Tanto tildar de nazis a las personas que quieren votar pacíficamente y, al final, resulta que es un invitado y amigo del PP quien ensucia una sesión de la Cámara catalana con las maneras tétricas de los que añoran el régimen que se acaba en 1975. Todo eso pasó el mismo día que el Ayuntamiento de Barcelona concedió la Medalla de Oro al Mérito Cívico a Neus Català, única superviviente catalana en vida del campo nazi de Ravensbrück, una coincidencia afortunada que permite recordar de dónde venimos y a dónde no queremos volver.

Nunca me he apuntado al linchamiento del PP por sistema y he afirmado muchas veces que no se puede negar el carácter democrático de este partido, aunque tenga raíces en la derecha franquista. Sin la evolución más o menos sincera de algunos sectores, la guerra civil se habría repetido. Conozco a gente del PP y es absurdo considerar que todos sus miembros son unos fachas rematados. Ahora bien, es innegable que, muy a menudo, varios dirigentes, cuadros y militantes populares dicen y hacen cosas que no tienen nada que ver con las derechas democráticas y que son más propias de formaciones ultras, como el Frente Nacional francés. Los populares catalanes no son una excepción y también ellos -como se vio el miércoles- tienen amistades peligrosas y permiten que, a su alrededor, se desarrollen fenómenos que serían un escándalo en las democracias que más admiramos.

Cuando escribo esto, Sánchez-Camacho todavía no ha condenado el comportamiento de los invitados por su partido al Parlament. Eso la convierte en la líder del partido de la vergüenza, o de la sinvergüenza, para ser exactos. Porque es vergonzoso que haya despachado el incidente así: «Cada uno es responsable de sus actos». ¿Quién invitó al que hizo saludos fascistas? Una diputada del PP. El drama de los populares catalanes es que, para levantar la bandera unionista, lo aprovechan todo, también a los que añoran los tiempos de «una, grande y libre». El drama del unionismo es que siempre acaba al lado de personajes dignos del Nodo. Supongo que los necesitan para llenar las manifestaciones y concentraciones de lo que denominan «mayoría silenciosa». Por eso no les pueden reñir públicamente.

Sánchez-Camacho debería saber que sólo hay una cosa que fractura de veras las sociedades abiertas, y es la complicidad con los que querrían resolver todos los conflictos montando un nuevo alzamiento y llenando los cementerios y las cárceles de adversarios políticos.

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