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Francesc-Marc Álvaro | En tren o a cavall
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22 may 2015 En tren o a cavall

El miércoles por la mañana sentí una gran felicidad -del tipo de la que tiene un culé cuando el equipo gana un título- al leer en la página 3 del suplemento Vivir de este diario el siguiente titular: «Renfe se compromete a mejorar su puntualidad». La entradilla de la información todavía me emocionó más, hasta el punto de que me atraganté con el cortado que me estaba tomando: «La compañía reconoce que Rodalies tiene un problema y dice que quiere recuperar la confianza ciudadana». ¡Aleluya, aleluya, aleluya! Los cielos se me abrieron y escuché música angelical. Renfe ha reconocido, finalmente, que tiene un problema, se ha hecho el milagro. Salí de mi cuerpo y contemplé la escena desde el techo. El camarero del bar -preocupado- se ofreció para llamar a un médico cuando vio que, de tan inesperado gozo, servidor parecía a punto de sufrir un infarto.

No era para menos. Además, Pablo Vázquez, la buena persona que preside Renfe, hizo estas declaraciones en uno de los lugares más distinguidos de Barcelona, el Círculo Ecuestre, en el transcurso de un almuerzo. Calla, pensé, esto debe ir de veras porque el señor Vázquez lo hace saber ante muchos de los patricios más reputados y a ellos no se les miente, que son figuras con dinero e influencia. Esta gente manda y eso lo sabe cualquier empleado del Estado, faltaría más. Al ver la foto del máximo responsable ferroviario con Borja García-Nieto, presidente del Ecuestre, mi corazón se inundó de una tranquilidad cósmica. En los próximos dos años -Vázquez dixit- Renfe invertirá 118 millones de euros en Rodalies.

Hay que decir que, a pesar de mi entusiasmo desbordante por estas sensacionales noticias, tuve un momento de seria duda, por dos motivos. Primero, y según la crónica de Raúl Montilla, el presidente de Renfe eludió las preguntas sobre la necesidad de mejorar las infraestructuras en Catalunya, porque -repitió- ese es un problema de Adif. Y segundo: aunque he hecho un esfuerzo titánico de memoria no he conseguido recordar -yo tomo el tren cada día- a ningún prócer del Círculo Ecuestre en un vagón de Rodalies yendo o viniendo de su despacho. Obviamente, podría ser que los señores del Ecuestre tomaran el tren en horas que no son precisamente las mías, claro.

Pero la felicidad es siempre efímera y ayer mismo el caos se apoderó de la red de Rodalies y Regionales de casi toda Catalunya, situación que afectó a unas 80.000 personas, una experiencia que el señor García-Nieto debería vivir un día para complementar la teoría con la práctica. Ahora, siguiendo la moda, tocaría acabar el artículo bromeando sobre las monjas en política, pero prefiero a otro profesional de esta ancestral mezcla: que el ministro de Interior (en compañía o no del conseller Santi Vila) ruegue por nosotros, pecadores y maltratados usuarios.

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