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Francesc-Marc Álvaro | Tres miratges i una incògnita
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28 may 2015 Tres miratges i una incògnita

La ciudadanía ha votado y los resultados son hechos rotundos que algunos entornos desprecian, quizás porque les da pereza repensar lo que hacen. Repito: ya no se trata de sondeos. Con independencia de los intereses y valores de cada uno, es bueno analizar los datos con rigor y ganas de saber cuál es el paisaje real. La proximidad de las catalanas del 27 de septiembre y de las españolas (todavía sin fecha) introduce –debería introducir- un plus de realismo urgente en la interpretación de los votos. De las municipales, en Catalunya salen tres espejismos considerables y un enigma importante.

El primer espejismo tiene que ver con la lectura que de sus resultados hace CiU. Por una parte, exceso de optimismo por ser todavía la primera fuerza municipalista, a pesar de perder más de 100.000 votos respecto de las municipales de 2011. De la otra, exceso de pesimismo por no revalidar la alcaldía de Barcelona, plaza emblemática que el nacionalismo consiguió gracias al derrumbe del PSC. Los convergentes tendrían que superar pronto el enfado por el triunfo de Colau y ser más autocríticos sobre las debilidades de sus siglas. Lo hemos escrito: al lado de los dos principales activos de CiU (los alcaldes jóvenes y el president Mas) hay demasiados deberes que no pueden esperar, y no hablo sólo de las indefiniciones de Unió, que van camino de aclararse.

Asumir la complejidad de los sectores centrales del país (muy castigados) pero enterrando ambigüedades, he ahí el reto de los que mandan en este espacio. Y tomar medidas drásticas –quirúrgicas- que marquen un corte entre el futuro y el pasado. Mas no debe insistir más en la lista unitaria con ERC y tiene que construir una candidatura atractiva, transversal, integradora y no partidista que, además de propugnar la independencia, transmita confianza, hable en positivo, diga que el proceso será más largo de lo que parece y haga bandera de la defensa del núcleo del Estado del bienestar, porque eso no es una exclusiva de las izquierdas. Como hizo Maragall en 1999, Mas debe pedir a su partido –lo apuntaba en su conferencia del 25 de noviembre- que dé un paso atrás para contribuir a alcanzar un objetivo excepcional.

El segundo espejismo tiene relación con las euforias de ERC por haber doblado sus votos respecto de 2011, que fue un porrazo de tomo y lomo. Los republicanos –que prometen secesión rápida- tienen motivo para estar alegres, pero también para reflexionar a fondo: no repiten el éxito de las europeas (como sus estrategas habían calculado), ni se convierten en el primer partido del bloque soberanista, ni consiguen liderar el cambio en la capital catalana. En el área metropolitana, ERC casi triplica su número de concejales, justamente cuando CiU pierde más.

Esta novedad invita a hacer teorías sobre la lluvia fina del independentismo de izquierdas allí donde siempre ha tenido más dificultad para arraigar, pero hay que introducir dos observaciones. Primera: en las elecciones al Parlament de 2010, CiU obtuvo unos resultados extraordinarios en el primer y segundo cinturón, hecho que rompió los tópicos metropolitanos que ahora algunos aseguran que se han cuestionado por primera vez; hay que aceptar que todo es más volátil y más embrollado. Segunda: el politólogo Lluís Orriols ha subrayado que, a pesar de las barreras existentes según la adscripción nacional, “a la hora de escoger a los representantes en el Congreso de los Diputados, un volumen muy importante de votantes de ERC (en torno al 20%) estaría dispuesto a cambiar su voto a favor de Podemos”. Una circunstancia muy destacada que, además, lleva a la dirección republicana a ver con buenos ojos –en este caso sí- una lista con CiU y otros grupos para los comicios españoles. Más allá, nadie se puede engañar, aunque algunas alianzas locales de CUP y Podemos parezcan superar las lealtades nacionales clásicas: en la Catalunya metropolitana el soberanismo es débil.

El tercer espejismo tiene que ver con la distancia entre los votos soberanistas (CiU, ERC y CUP) de estos comicios y las papeletas del sí-sí en la consulta del 9-N. El apoyo al soberanismo ha caído 480.000 votos respecto de aquel ejercicio de participación realizado bajo la amenaza del Estado. ¿Vaso medio vacío o medio lleno? Una explicación es que hay partidarios de la independencia que han votado ahora otras opciones porque pesa más el marco local; eso podría pasar con una parte de sufragios recibidos por Colau. Otra explicación es que algunos que apoyaban el proceso ahora se sienten atraídos por mensajes diferentes. De momento, el soberanismo sigue siendo la corriente más fuerte y tiene campo para andar. Como bien recuerda el politólogo Jordi Muñoz, “habitualmente las formaciones soberanistas suman entre 8 y 10 puntos más en las elecciones autonómicas que en las municipales anteriores”.

La incógnita tiene que ver con el impacto que tendría sobre el 27-S una eventual candidatura al estilo de BComú, con la presencia tuneada de ICV-EUiA, Podemos, Procés Constituent y quizás la CUP o, incluso, ERC. Para unos, sería la oportunidad de “soberanizar” –dicen convencidos- todo lo que hay a la izquierda del PSC; para otros, la hora de romper la agenda del soberanismo en beneficio de objetivos diferentes. ¿A qué precio? Tendremos tiempo de hablar de ello.

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