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Francesc-Marc Álvaro | Victòria de la biologia
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29 may 2015 Victòria de la biologia

Modero un debate sobre las municipales y todos los ponentes coinciden en el papel determinante que puede haber tenido el voto de los jóvenes –una parte de los cuales son nuevos votantes- en los resultados. A la espera de estudios que puedan certificar lo que ahora es una simple observación sobre el terreno, en el caso catalán, se destaca el peso de los jóvenes en la subida de opciones como la CUP y BComú. Hay quien –viendo el aumento de papeletas de la CUP en lugares como Sant Cugat y Berga- hace caricatura y habla “de los hijos de los convergentes”, pero las cosas son más complejas cuando notamos que estas siglas también cogen fuerza en ciudades de otros perfiles, lo cual llevaría a hablar “de los hijos de los socialistas”. En todo caso, los jóvenes acostumbran a ser fuerzade cambio y recambio, en función de lo que se considera gastado, obsoleto o averiado.

En 1982, González tuvo los jóvenes a su lado para alcanzar su histórico triunfo. También Aznar, en 1996, recogió un considerable voto joven, fatigado de décadas de un socialismo que había perdido su hechizo. Los jóvenes fueron parte de la mayoría absoluta de Pujol en 1984 y más tarde empezaron a buscar otras opciones, como ERC, a partir de los 90. Iglesias parece interpretar, hoy por hoy, los intereses de una parte importante de las nuevas generaciones, pero no perdamos de vista que, en las generales de 2011, el PSOE fue la formación más votada entre los activistas del 15-M.

Desde los años sesenta del siglo XX, la juventud ha alcanzado un estatuto especial que algunos calificaron de “nueva clase social” y otros de “público preferente”. Mayo del 68 escenificó la ruptura cultural entre padres que provenían de un mundo marcado por la guerra e hijos que eran los primeros en disfrutar de una sociedad del bienestar sin precedentes. Hoy estamos en un nuevo paisaje: la crisis ha frenado lo que parecía un progreso imparable y hemos entrado en un mundo regido por las incertidumbres, las precariedades y el trabajo temporal. Los jóvenes –también los adultos- piden a la política que sea una capa protectora contra estas inclemencias. Por eso –y ahora llevo la contraria a algunos analistas- la mayoría no quiere la revolución sino otra cosa: la reconstrucción de la seguridad. Recuperar la seguridad de tener untrabajo, una vivienda, un hospital, la pensión, etc. Podemos y la CUP –diferentes pero con elementos comunes- prometen el retorno efectivo a estas seguridades. Decir utopía es muy exagerado.

El voto de los jóvenes es una victoria de la biología sobre otros factores, aunque los jóvenes no siempre van en una sola dirección. Hay que estar dispuestos a leer bien lo que llega, evitando –si puede ser- el paternalismo papanatas y el rechazo frontal. Los jóvenes de hoy serán sustituidos por otros jóvenes.

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