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Francesc-Marc Álvaro | Aclarir i arriscar més
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22 jun 2015 Aclarir i arriscar més

Para comprender la última propuesta de Artur Mas hay que tener presente tres cosas sobre este político. Primera: le han dado por muerto muchas veces desde que Pujol le designó sucesor al frente de CDC y el tripartito le envió a la oposición. Segunda: le han despreciado con ostentación muchos de sus adversarios, desde Maragall a Rajoy, pasando por Montilla, Zapatero, Junqueras y Duran, de una manera tan estúpida y temeraria que no se han dado cuenta de que el convergente es un jugador más peligroso de lo que habían imaginado. Tercera: está haciendo muchas cosas imprevistas que no cuadran con su imagen de buen chico de orden, como plantar cara a los poderes del Estado, enfrentarse a las élites económicas que querían dictarle el guión, desmarcarse de su padre político y enterrar el pujolismo, asumir la ruptura de CiU para remarcar su proyecto o pedir a los cargos convergentes que sacrifiquen sus ambiciones para hacer una lista no partidista. Estas características han descolocado a mucha gente y también le han dado un prestigio que llega a ciudadanos muy alejados del espacio de CiU.

Mas se ha construido bajo la sospecha permanente. Sospechoso de ser sólo el masover de Pujol, el que guardaba la tanda a Oriol Pujol. Sospechoso de engañar al pueblo –como dijeron algunos- cuando pactó el Estatut con Zapatero. Y finalmente sospechoso de ser el traidor supremo a la causa soberanista –como todavía difunden con reiteración y mala fe algunos entornos- que acabará rindiéndose ante Madrid, como correspondería a un converso de última hora a la independencia, un tramposo que ha cogido la estelada para esconder los recortes y las corrupciones. En estas difamaciones construidas a conciencia –cuidado- coinciden voces muy diversas y antagónicas.

Ahora, a tres meses del 27-S, las cosas se van aclarando. Se acaban las sospechas prefabricadas, todo el mundo aparece como lo que es. Y Mas quiere aclarar las cosas todavía más, chutando la pelota a los que se han investido del papel de guardianes del proceso, no siempre neutrales: ANC, Òmnium y AMI. El último movimiento presidencial quiere consolidar el carácter plebiscitario de los comicios y subrayar el peso de la sociedad civil, a la vez que busca dejar en segundo término el eje izquierda-derecha, que ERC amplifica. Es muy difícil que la ANC y OC acepten la propuesta de Mas porque en sus juntas y en sus bases conviven sensibilidades confrontadas. Diría que Mas –que conoce qué miserias nos frenan- no espera un “sí” como respuesta. Entonces, ¿por qué ha perdido un tiempo tan precioso? Para dejar –como decíamos- las cosas bien claras antes de la batalla.

Mas, el converso que tanto estorba a algunos, el hombre contra quien el Estado ha puesto una querella y podría inhabilitar pronto, pide que todo el mundo arriesgue más, como lo hace él. Y no se pescan truchas a bragas enjutas.

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