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Francesc-Marc Álvaro | El centre: disfressa o meta
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22 oct 2015 El centre: disfressa o meta

Ser de centro, parecer de centro o ir hacia el centro. He ahí la cuestión. Se habla mucho de las expectativas electorales de Albert Rivera y su partido. Como se hablaba, hace unos meses, de las expectativas de Pablo Iglesias y su formación. Aparentemente, estas dos fuerzas emergentes de la supuesta nueva política pretenden pescar votos entre sectores diferentes para llegar a tener un papel decisivo tras el 20 de diciembre: Ciudadanos aspira a ser una nueva derecha en sustitución del PP, mientras que Podemos aspira a ser una nueva izquierda en sustitución del PSOE. Es probable que eso sea así pero se produce un juego de simulaciones y disimulos que introduce matices en estas afirmaciones. Un juego que recupera el concepto de centro político.

Rivera quiere presentarse como la reencarnación de un centro que, en realidad, sólo funcionó como tal durante la etapa fundacional de la democracia. C’s sugiere un centrismo vago y bonito pero, a la hora de la verdad, sus mensajes y posi­cionamientos nos indican que sus estrategas tienen claro que este proyecto sólo tiene futuro si es percibido por los votantes de la derecha como el artefacto que sustituya, a medio plazo, al PP. El centro, para Rivera y los suyos, es una retórica que disimula la verdadera dirección de su programa y que sirve para diferenciarse de la opción liderada por Rajoy. Ciudadanos se disfraza de centro pero se mueve hacia la derecha.

Iglesias surgió como el representante de una formación nueva y fresca que -teóricamente- se inspiraba en el malestar expresado por varios movimientos sociales y planteaba «una ruptura con el régimen del 78» y una exigencia de políticas al servicio «de los de abajo». A diferencia de IU y las izquierdas convencionales, Podemos prometía plantar cara frontalmente a los poderes del sistema, para regenerar la democracia con un fuerte acento social y republicano, que rompería unos consensos que se interpretaban obsoletos. Rápidamente se vio que, en la práctica, todo eso significaba penetrar en el electorado del PSOE más que en el de IU para conseguir, a medio plazo, devenir el gran partido de centroizquierda en sustitución de los socialistas. El centro, para Iglesias y los suyos, es el único lugar hacia donde pueden ir para intentar crecer y consolidarse (de ahí su sospechoso silencio en ciertos asuntos), pero no pueden decirlo porque eso les haría demasiado parecidos a la opción que lidera Sánchez. Podemos se disfraza de izquierda pero se mueve hacia el centro.

Paradoja servida: C’s vende centro pero se mueve en la derecha y Podemos vende izquierda pero aspira a entrar en el centro. La nueva política como dislocación aguda. Otra cosa es lo que los electores se crean y finalmente escojan. El centro, desde la transición, disfruta de una aureola especial por efecto de la perspectiva histórica y, quizás, de la nostalgia. El centro era Suárez y es la mitificación de un personaje y de un periodo único. En una sociedad que salía de una dictadura, el centro fue una marca eficaz y un refugio para miles de nuevos votantes que necesitaban confiar en alguien. En 1977, el concepto derecha era teñido de franquismo mientras el concepto izquierda daba miedo a las capas que habían sido anestesiadas por el régimen. El centro fue -entre otras cosas- una manera de incorporar a la democracia a aquellos que nunca la habían echado de menos.

Hoy todo es más embrollado. Los politólogos que integran el equipo Piedras de papel recuerdan -en su muy recomendable libro Aragón es nuestro Ohio– que, en España, «los partidos que ganan también ganan en el centro, pero no ganan porque ganen en el centro». La distinción es muy oportuna porque eso podría cambiar pronto. Lo explican de esta manera: «Según los datos de Metroscopia de marzo del 2015, Ciudadanos era la opción ganadora en el centro en intención de voto (si bien a nivel nacional quedaría como tercera fuerza política). En otras palabras, por primera vez podríamos tener un ganador de las elecciones que no es el partido más votado en el centro. Además, también por primera vez, una opción que es vista como radical por muchos votantes, Podemos, penetra en el centro político».

Es decir, según este análisis, Rivera no saldría adelante del todo pescando en la derecha (y acabaría siendo quizás lo que sólo simula ser), mientras que Iglesias sí conseguiría pescar en el centro; y ambos se encontrarían en un punto de intersección. Estos expertos añaden que «aunque los votantes de centro consideran Podemos una fuerza nítidamente de izquierdas (la sitúan en media alrededor del 3 en la escala ideológica), muchos se muestran dispuestos a votarla». Acabemos de complicarlo un poco más: el éxito de Ciudadanos el 27-S y el fracaso de la coalición apadrinada por Iglesias en los mismos comicios tienen demasiados factores sólo catalanes para hacer extrapolaciones.

Los votantes de centro representan un 20% del electorado. El PP que ganó las elecciones por mayoría absoluta en el 2000 se llevó a muchos, igual queel PSOE que ganó contra pronóstico en el 2004, en medio de una tragedia sin precedentes. ¿Qué pasará el 20-D? Se dice y se repite que el bipartidismo se romperá pero quizás no lo hará de la manera que nos imaginamos. Quién sabe si algún simulacro táctico engendrará un nuevo espacio político, sin querer.

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