10 ene 2016 El penúltim conill
Artur Mas sacó ayer el penúltimo conejo de su chistera y nos sorprendió, cuando ya se daba por hecho que íbamos a nuevas elecciones. Digo penúltimo conejo y no último porque, en su discurso de ayer, Mas advirtió que no descarta, en un futuro, volver a presentarse como candidato a la presidencia. Aviso para navegantes. Este conejo de ayer es, en realidad, otro número de prestidigitación, clásico y digno del gran Houdini: el mago se hace desaparecer a sí mismo y el público se queda con un palmo de narices. Pero el paso a un lado del que pronto será expresident es una decisión que no significa la jubilación política del líder del centro soberanista, más bien parece una retirada temporal para ordenar la casa. Mas dice que no tendrá ningún cargo institucional y que se dedicará a CDC, un partido donde –escribo una vez más- es urgente derribar y reconstruir con energía.
Me consta que –a pesar de la versión oficial- hace días que Mas tenía esta peculiar salida encima de la mesa, pero no la quería considerar seriamente y, sobre todo, quería que quedara clara la actitud de la CUP. Fiel a su estilo, prefirió llegar al límite de la partida para sacar esta carta, aunque algunos le aconsejaron que no se expusiera a tres meses de agonía, que han erosionado al conjunto del soberanismo. Finalmente, Mas se va y propone un president que proviene de la mejor cantera convergente, el territorio y las alcaldías. Puigdemont, independentista de siempre, es desconocido fuera de Girona pero tiene una imagen joven y dinámica, y ha hecho una buena labor en la AMI.
La investidura de Puigdemont evita nuevas elecciones y detiene la depresión galopante del movimiento soberanista, pero no elimina muchas incógnitas sobre los próximos meses. El acuerdo entre Junts pel Sí y la CUP parece una rendición de los cuperos a cambio de la cabeza de Mas, un do ut des, pero escuchando ayer a la diputada Reguant no queda muy claro que la estabilidad de la mayoría esté asegurada, como sí remarcó, en cambio, el líder de CDC. Por otra parte, será difícil que el nuevo Govern quede completamente al margen de las desconfianzas y la fuerte competencia entre convergentes y republicanos, agudizadas por el resultado ajustado de Junts pel Sí y por los comicios del 20-D. ¿Será este un Gabinete lo bastante cohesionado para hacer frente al pulso con los poderes del Estado español?
Más allá de este nuevo giro de guión, los partidos independentistas y las entidades se equivocarían si no asumen de manera adulta que el proceso necesita más músculo y menos velocidad: debe cambiar el ritmo y tiene que ampliar la base social partidaria de la secesión, porque un 48% es una cifra muy importante pero insuficiente para saltar la pared.