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Francesc-Marc Álvaro | El vestit i les idees
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22 ene 2016 El vestit i les idees

Ahora hablamos mucho de cómo visten los diputados y los políticos en general. Hace unos años, en Catalunya, dedicamos páginas y minutos a un conseller en cap que decidió ir sin corbata, un gesto que hoy forma parte de la normalidad. La velocidad de la moda hace que la transgresión de ayer sea rápidamente superada por la de hoy: las rastas del diputado Rodríguez hacen que la coleta de Iglesias sea cosa casi de castas. Los diputados –a diferencia de los camareros, de los trabajadores de banca, de los policías o del personal sanitario– pueden vestir como quieren, lo cual es un privilegio. Hay oficios que no permiten llevar rastas o enseñar tatuajes. A veces, esta libertad de nuestros políticos produce imágenes chocantes: pienso en aquel líder que visitó una empresa luciendo shorts y camisa de veraneante, rodeado de directivos y empleados con traje oscuro y corbata.

La política es también representación. Cada uno hace un papel. El que lleva americana y el que exhibe una camiseta con un lema reivindicativo y tres pendientes en la nariz. Es un juego. Ahora domina la tesis según la cual es bueno que los parlamentos reflejen la diversidad estética de la sociedad. No seré yo quien lo niegue, pero recordaré que la vida real, la de fuera de las instituciones, tiende a ser más gris y menos contrastada que las fotos que se hacen estos días en el Parlament y el Congreso de los Diputados. La oportunidad y las ganas de teatralización del hombre de la calle diría que son menores que las de sus se­ñorías.

Con todo, el hecho de debatir sobre este asunto indica irónicamente que no hablamos mucho de lo que ver­daderamente viste a un político: las i­deas y proyectos. ¿Qué separa realmente las opciones que hoy aspiran a tener el gobierno de España? ¿Qué idea fuerza tiene Sánchez que le permite verse en el lugar de Rajoy? ¿Qué hay en el programa de Podemos que sea incompatible con el del PSOE? ¿Son de veras nuevas las propuestas de C’s? ¿Qué concepto de la administración se desprende del programa de los partidos emergentes que nos lleve a afirmar que están lejos de los instalados? De eso se habla mucho menos. Churchill era un hombre bajo un sombrero y con un habano en las manos pero, sobre todo, era el líder que plantó cara a Hitler con unas ideas y una actitud que sintonizaron con su sociedad y con su tiempo. Se podría decir lo mismo de Kennedy, de Mandela, de Havel y de algunos más. Son figuras que cuidaban mucho su puesta en escena pero todavía cuidaban más sus palabras y la relación entre estas y los hechos.

Volvamos al asunto: la política exige representación pero también un guion. Este puede ser original y de alto nivel o un papel prescindible y copiado con desgana para salir del paso. Con corbata o con sudadera, espero que quien legisle y gobierne no sea sólo un maniquí.

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