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Francesc-Marc Álvaro | Comicis que fan por
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04 abr 2016 Comicis que fan por

Si la situación en Madrid acaba desembocando en nuevas elecciones generales, los partidos soberanistas sufrirán de manera especial. En primer lugar, porque se volverá a hacer visible la dura competencia entre CDC y ERC; en segundo lugar, porque la campaña repercutirá –quiérase o no- en la dinámica interna del grupo parlamentario de Junts pel Sí y en el día a día del Govern Puigdemont; en tercer lugar, porque la convocatoria de unos eventuales nuevos comicios pillaría a los convergentes preparando el congreso de la refundación y en medio de un debate que tiende a la disonancia; en cuarto lugar, porque las tensiones dentro de la ANC no contribuyen al mejor estado de ánimo ante un reto de este tipo; y en quinto lugar, porque la agenda general española y varios factores favorecen el crecimiento de los Comunes como opción más votada en Catalunya, en detrimento de todas las siglas independentistas.

El lío de la política española actúa como un acelerador de las contradicciones en el bloque independentista y, sobre todo, como un amplificador de su debilidad principal, que es la falta de un verdadero mando del proceso con capacidad para hacer lo que es indispensable en toda empresa política: adaptar las respuestas a las circunstancias. Todo lo ocurrido a partir del 27-S –excepto el abandono de Mas- pone de manifiesto una incapacidad preocupante por operar con flexibilidad. La denominada hoja de ruta adoptada como dogma, los 18 meses como mito y la gesticulación promovida por los cuperos se han convertido en corsés que impiden una relectura estratégica que mantenga el mandato democrático obtenido sin negar que hace falta más tiempo y más apoyo electoral para llegar a la meta. Ciertos discursos oficiales parecen escritos sin tener en cuenta que la mayoría independentista es debilitada constantemente desde dentro por una minoría que vive de la retórica de la desobediencia y de proyectar la sospecha sobre los socios mayoritarios. La votación de los nuevos presupuestos nos dirá si hay todavía recorrido o ya hemos tocado fondos.

Más allá de los partidos, la convocatoria de nuevas elecciones al Congreso y al Senado pondría a prueba la moral de los sectores sociales que hasta ahora se han implicado con más constancia en el proyecto de la independencia. No descubro nada nuevo si subrayo que las reyertas entre Junts pel Sí y la CUP fabrican dosis altas de desánimo y fatiga entre las bases del proceso. Eso tiende a generalizarse. Hace pocos días, el alcalde de un pueblo muy pequeño de una comarca donde la independencia ganaría por goleada me confesaba su malestar profundo “por todo lo que está pasando en Barcelona, empezando por la actitud de ciertos nuevos cargos.” Un desinflamiento de la ciudadanía que más ha desconectado mentalmente podría traducirse en un crecimiento de la abstención del campo soberanista.

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