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Francesc-Marc Álvaro | Ni junts ni còmplices
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18 abr 2016 Ni junts ni còmplices

No vuelvan a abrir la discusión sobre la lista unitaria, por favor. Hay debates que nacen muertos y sólo sirven para perder el tiempo. La previsión de nuevas generales ha hecho saltar todas las alarmas entre los partidos que defienden la independencia, y los convergentes ya han empezado a difundir la necesidad de ir de la mano de los republicanos a Madrid. El gran argumento que ahora se pone encima de la mesa es que una lista de CDC y ERC podría evitar que En Comú Podem volviera a ser la formación más votada, como pasó el 20-D. CDC ya sabe que ERC no quiere hablar, pero desentierra esta cuestión y genera ciertas expectativas.

Si viniera un observador a nuestro país, por ejemplo un estudioso finlandés, le costaría entender que la coalición que ahora es responsable del Govern no tenga una traducción exacta en las Cortes españolas para actuar colegiadamente de acuerdo con los intereses del Ejecutivo Puigdemont. No reeditar Junts pel Sí en las últimas elecciones generales no tenía ninguna lógica y puso en evidencia que el grupo principal del Parlament tiene una fragilidad estructural insalvable. Junqueras, líder de ERC y vicepresident del Govern, ha expresado públicamente sin manías que la operación de Junts pel Sí el 27-S no salió bien y que no debe repetirse más. Conclusión: el Gabinete de la desconexión depende de una coalición electoral que uno de sus socios considera un fracaso. Dicho esto, ya se ve que las exigencias de la CUP no son el único problema, aunque sea el más ruidoso.

ERC aceptó de mala gana la plataforma Junts pel Sí, después de semanas de especulaciones, toma y daca y ocurrencias de gran originalidad, como aquella lista sin políticos. No volverá a pasar. La pérdida de votos de CDC y su complicada refundación son factores que dan alas a los republicanos para intentar consolidarse como el primer partido del bloque pro-independencia. Además, Junqueras quiere pescar electores de la CUP y penetrar en la parroquia de Podemos y Colau. El diputado Tardà fue claro sobre las intenciones verdaderas de la dirección republicana: “ERC tendría que gobernar los primeros quince años de la república con los Comunes y la CUP”. ¿Y por qué no este mismo tripartito dentro del actual esquema autonómico, si resulta que –como todo el mundo admite en privado– esto va para largo?

Sobre el papel, el independentismo es transversal y suprapartidista. También lo es a pie de calle, en las manifestaciones nadie ha preguntado a la persona de al lado a qué partido vota. En cambio, a la hora de transformar en política institucional este anhelo, todo chirría. La táctica a corto domina. Es lo que hay. Los convergentes no deben insistir más en listas unitarias, tienen que aclararse, han de hacer los deberes pendientes y prepararse para el día siguiente, cuando toque explicar que los dieciocho meses era sólo una metáfora.

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