ajax-loader-2
Francesc-Marc Álvaro | Salellas i el bumerang
3944
post-template-default,single,single-post,postid-3944,single-format-standard,mikado-core-2.0.4,mikado1,ajax_fade,page_not_loaded,,mkd-theme-ver-2.1,vertical_menu_enabled, vertical_menu_width_290,smooth_scroll,side_menu_slide_from_right,wpb-js-composer js-comp-ver-6.0.5,vc_responsive

03 jun 2016 Salellas i el bumerang

El caso de las propiedades del diputado cupero Benet Salellas es muy interesante para comprender la batalla política –cultural, en el fondo- que vivimos, pero hay que coger las pinzas para evitar la caricatura, que es lo que generan muchos discursos de la CUP sobre aquellos que los anticapitalistas atacan.

Hay un tipo de crítica a Salellas que no comparto, porque me parece primario y, además, acaba siendo contraproducente. Se le reprocha  que tenga un patrimonio considerable cuando es un miembro destacado de una formación que se reclama herramienta “de los parias de la tierra”, para decirlo clásicamente. Es una crítica desde el desconocimiento: los partidos revolucionarios han contado, desde siempre, con muchos dirigentes que no provenían del proletariado. Un montón de burgueses e hijos de papá han integrado las élites de la izquierda. Como es sabido, Engels –redactor con Marx del Manifiesto Comunista– era hijo de un industrial y él mismo ejerció como empresario. Y el PSUC era un partido donde convivían obreros, profesionales y algunos hijos de las clases acomodadas, además de ciertos prohombres que contribuían a financiar la organización. Se puede ser rico y de izquierdas (incluso bolchevique) como se puede ser pobre y de derechas (lo demuestran los buenos resultados del PP fuera de Catalunya). Este debate no tiene recorrido.

La crítica pertinente a Salellas es la que tiene que ver con los efectos perversos de la simplificación populista y purista. Los cuperos se han otorgado –y muchos otros partidos y entornos lo han permitido de manera suicida- el papel de indiscutibles jueces morales de las actuaciones políticas y sociales de quien sea. Cada vez que alguien ha dicho o escrito la falacia de “no estoy de acuerdo con la CUP, pero hay que admitir que son los únicos coherentes”, se ha reforzado esta función –digamos- sagrada para sancionar el bien y el mal. Y, como es evidente, el fundamento del mecanismo de medida moral cupera anida en una premisa típica de quien cree poseer la verdad: los intereses de los otros acostumbran a ser sospechosos, por definición. Sólo los miembros de la CUP (y afines) tienen intereses nobles y se dedican a “fines sociales”.

Y he aquí que esta inquisición diaria -aceptada con una pasividad digna de estudio- ha acabado golpeando como un bumerán a Salellas, que ha insistido en que sus padres trabajaron mucho para amasar su rinconcito. Cuando la sospecha rige la relación con tus adversarios, siempre llega el día en que acabas siendo sospechoso y debes justificarte. Pero ha sido la diputada Reguant quien, más ortodoxa que Salellas, nos ha mostrado el secreto del recto juicio cupero: tu segunda residencia (en caso de tenerla) será “okupada” o no en función de lo que digan las entrañas del pájaro que interpretará el sacerdote de turno.

Etiquetas: