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Francesc-Marc Álvaro | Subratllar les diferències
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06 jun 2016 Subratllar les diferències

Nadie puede predecir de qué manera las elecciones del 26 de junio impactarán sobre la política catalana. Lo que sí sabemos es que esta repetición de los comicios se produce en un momento altamente complicado para el Govern Puigdemont y para la mayoría independentista del Parlament. El domingo que estamos convocados a elegir nuevamente los miembros de las Cortes ya sabremos qué habrá pasado con los presupuestos de Junqueras y con el acuerdo de gobernabilidad que Junts pel Sí y la CUP suscribieron una vez Mas dio un paso al lado, aconsejado por algunos que ahora –los nervios les delatan– se dan cuenta del recorrido descriptible de aquella apuesta.

Primer problema: el votante de Junts pel Sí el 27-S no encontrará (como ya pasó el 20-D) en el colegio electoral ninguna papeleta de Junts pel Sí; la opción que gobierna la Generalitat no existe paradójicamente cuando se trata de defender las posiciones en Madrid, todo un ejemplo de coherencia estratégica. Segundo problema: los comunes (como señalan todas las encuestas) podrían sacar un resultado mejor que el pasado diciembre y consolidarse como los más votados en Catalunya, aprovechando la erosión del PSC, la pesca de votos cuperos que se suman al (teórico) rupturismo podemita, la dificultad de ERC para convertirse en alternativa metropolitana, el giro de Colau hacia el pragmatismo vía Collboni, y las promesas de Iglesias de un referéndum. Tercer problema: los convergentes dan señales contradictorias porque vuelven a la marca de siempre en el mismo momento en que anuncian que el partido de siempre debe dar lugar a una organización nueva. Y cuarto problema: las bases soberanistas contemplan con estupor y la moral baja como la hoja de ruta anunciada tantas veces se convierte en papel mojado a causa de las exigencias de la minoría cupera, un escenario que recuerda las peores profecías de Aznar sobre el proceso.

Así las cosas, puede ocurrir que unas elecciones que ponen en evidencia la total incapacidad de la política española para el diálogo acaben penalizando la pluralidad de un independentismo político con tres patas que parecen cada día más incompatibles. Porque plural y transversal es el independentismo, y tanto lo es que la toma de decisiones es un escollo dominado por la discordia y por la pugna ideológica y táctica que pone en cuestión el objetivo común de CDC, ERC y la CUP. Todo lo que en Escocia cabe dentro del SNP, en Catalunya se expresa en varias formaciones y entidades.

La nueva campaña subrayará las diferencias entre los partidos que impulsan el proceso. Después del 26 de junio, los nuevos resultados serán leídos –dentro y fuera de Catalunya– como prueba de esfuerzo del cuerpo independentista, un ejercicio que puede considerarse inadecuado pero que es inevitable. Y quizás las cifras de la abstención nos digan que cualquier ilusión necesita eficacia.

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