ajax-loader-2
Francesc-Marc Álvaro | Democràcia de setge
4047
post-template-default,single,single-post,postid-4047,single-format-standard,mikado-core-2.0.4,mikado1,ajax_fade,page_not_loaded,,mkd-theme-ver-2.1,vertical_menu_enabled, vertical_menu_width_290,smooth_scroll,side_menu_slide_from_right,wpb-js-composer js-comp-ver-6.0.5,vc_responsive

02 sep 2016 Democràcia de setge

Vamos hacia unas terceras elecciones, según las crónicas escritas desde Madrid. Es irónico que un Estado que durante el siglo XX sufrió dos dictaduras invente ahora la democracia compulsiva: convocar a la ciudadanía a las urnas hasta que el cansancio del votante genere un resultado de desbloqueo. De la democracia orgánica de Franco a la democracia compulsiva, el camino es digno de estudio. Los terceros comicios –si finalmente llegan– tendrán como objetivo medir cuál de las dos Españas (para decirlo a la manera del poeta) se cansa antes. De la guerra civil al aburrimiento civil, no deja de ser un avance. Por lo tanto, la victoria será para el bloque que consiga vacunar mejor a su parroquia contra la fatiga y el fatalismo, mientras los contrarios se quedan en casa y agrandan la bolsa de una abstención previsiblemente alta. El desaparecido Camilo José Cela soltó una frase que define muy bien el panorama: “En España, el que resiste, gana”. Gallego como el Nobel, Rajoy lo tiene claro.

El manual dice que la grandeza práctica de la democracia es poder cambiar de gobierno cuando pensamos que no hace las cosas bien. Desde el 20-D, se puede decir que la democracia española echa el ancla en otro paradigma: que nada se mueva. La derivada de eso es la pérdida de toda esperanza en la capacidad del voto para modificar la realidad. He ahí como la democracia cotiza a la baja mientras, paradójicamente, las urnas pierden solemnidad y eficacia porque las han convertido en una especie de máquina tragaperras que nunca da premio. La democracia no son sólo las elecciones, de la misma manera que sin la celebración de elecciones libres es imposible el juego democrático.

Una democracia que se encalla de manera repetida tiene un problema de base, digamos de cultura política o de mentalidad de las élites. Los primeros síntomas de esta enfermedad se vieron a propósito de la demanda de un referéndum en Catalunya al estilo del que el Reino Unido organizó sobre el futuro de Escocia. Las situaciones se enquistan y vuelve el pensamiento antiguo: la política como asedio del enemigo. En este punto, hay que subrayar que el partido de Rivera simula ser el más geométrico y flexible (puede hacer acuerdos con PSOE y PP) a la vez que es el más claro representante de la lógica amigo/enemigo, como bien han experimentado nacionalistas vascos y catalanes, también en el momento de asignar los escaños. Más que el separatismo crecido, lo que altera el juego de mayorías y minorías en Madrid es el veto de C’s a todo lo que huela a soberanismo. El pragmatismo de los populares tras las cortinas está limitado ahora para un socio doctrinario, con ganas, incluso, de cargarse el concierto vasco.

Quien resiste, gana. El asedio medieval, la guerra de trincheras. Al final, nadie recuerda el porqué de la batalla.

Etiquetas: