05 sep 2016 El RUI de Colau
Todo y todo el mundo trabajan –consciente o inconscientemente– para que Colau y los comunes crezcan en los próximos meses. Y eso ocurre a la vez que aumenta la presión para que el llamado referéndum unilateral de independencia (RUI) acabe siendo asumido por el Govern de Junts pel Sí como la manera de resolver –es un decir– el compromiso adquirido el 27 de septiembre del año pasado. Algunos dan por hecho que Puigdemont cogerá esta bandera aprovechando la moción de confianza y otros consideran que el president optará por no descartarla, que no es exactamente lo mismo. Tiene razón Juliana cuando dice que “ese hombre no es un comediante” y que tiene como objetivo la independencia desde jovencito. Este dato se presenta como un gran mérito, ya no recordamos que la fuerza del proceso era ser un movimiento de conversos. Dicho esto, el problema es doble: a) más allá de la voluntad presidencial, no han desaparecido los obstáculos enormes que impidieron que el 9-N sirviera como referéndum a ojos de la comunidad internacional; b) a pesar de los cambios en la cúpula de la CUP y ciertos gestos, es difícil que los anticapitalistas aprueben los presupuestos.
¿Qué vendrá cuando se agote la retórica sobre el RUI y haya que hacer unas elecciones que quizás se llamarán constituyentes pero serán autonómicas? Hay pistas: el día 9, en Sant Boi, se celebrará un acto conmemorativo de la Diada de 1976, convocado por ERC, la CUP y Podemos. Este juego de memoria es tramposo, por poco que se sepa historia o se recuerde lo que fue aquel primer Onze de Setembre tolerado; digamos sólo –como ejemplo esclarecedor– que hace cuarenta años, entre los oradores, al lado de líderes de las izquierdas, estaba Roca en nombre de CDC e, incluso, un venerable representante –Octavi Saltor– de lo que quería ser una reedición de la Lliga. La transversalidad de entonces no es la de ahora, aunque hoy este concepto es omnipresente.
Esta fiesta de Sant Boi –donde comunes, republicanos y cuperos van de la mano sin perder ni un segundo con el RUI– es la política real y la que acabará cuajando. Aunque decirlo haga daño a tantos independentistas de buena fe, incluido Puigdemont. Prometieron una república de izquierdas y tendremos un tripartito autonómico, Pisarello lo ha explicado con pelos y señales. Por eso me reí tanto este agosto con la absurda polémica –sobre todo en las redes– entre independentistas y comunes a propósito de la colocación delante del Born de una estatua de Franco en el marco de una exposición. Desde el minuto cero, se vio que el anzuelo de los comunes funciona perfectamente. Hacía falta una pelea anecdótica para hacer mejor el aterrizaje de Colau en la manifestación de la Diada y tapar los movimientos de fondo. El gran desconcierto dentro del PDC y la negativa de Puigdemont a ser candidato hacen que el RUI de los de Colau sea inexorable.