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Francesc-Marc Álvaro | Convido Joaquín Luna
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09 sep 2016 Convido Joaquín Luna

Soy partidario de leer a los compañeros de página, porque siempre se aprende algo. El miércoles, Joaquín Luna nos decía –en su columna– que había viajado sin ningún problema a Calafell gracias al servicio de Renfe, y fue en viernes, lo cual tiene más valor, dado que es una jornada de gran movilidad, verano e invierno. Me alegré por el amigo Luna. Los días ferroviarios catalanes sin problemas son una bendición y hay que dar gracias a los dioses de que –de vez en cuando– las cosas funcionen. A partir de aquí, el apreciado colega hacía una serie de consideraciones sobre la independencia y los trenes. Luna y yo –como saben los lectores habituales– no pensamos lo mismo sobre esta cuestión –ni sobre otras– y eso corrobora que La Vanguardia es uno de los pocos diarios donde conviven miradas muy diversas. Pero no es de la independencia de lo que quiero hablar, sino del precio de las cosas.

Lo que más me interesó (y me inquietó) del comentario de Luna es esta frase, soltada después de recordarnos que hay retrasos también en los trenes de cercanías de París o Londres: “Mantener en el siglo XXI unas infraestructuras del XIX cuesta un ojo de la cara y tampoco nos veo a los usuarios pagando lo que en términos de mercado deberíamos satisfacer por un servicio helvético”. Es decir, visto el precio que ahora nos cuesta el billete de cercanías de Renfe, tenemos que soportar resignadamente que nos traten de cualquier modo. Seguro que Luna conoce aquel dicho de las abuelas: “Lo barato sale caro”. Sólo en horas perdidas y quebraderos de cabeza el coste es altísimo. Además, cercanías de Madrid –mismo precio que aquí– ofrece un servicio mucho mejor gracias al diferencial brutal de inversiones impulsado por la Administración central, un dato que puedo mencionar sin coger la estelada. Está documentado el agravio y eso ha sido denunciado varias veces por entidades tan poco sospechosas de propaganda separatista como el Cercle d’Economia y la Cambra de Comerç. También se ha subrayado, desde hace años, en editoriales de este periódico.

No es imaginable –dice Luna– pagar un servicio de trenes como el de Suiza. No hay que poner el listón tan alto. Muchos nos conformaríamos con que Renfe funcionara como los Ferrocarrils Catalans, si es que se me permite hacer referencia a una empresa de la Generalitat. En fin, apreciado Joaquín, te invito a viajar conmigo cada día durante tres meses con cercanías de Renfe, entre Vilanova i la Geltrú y Barcelona, y viceversa. Es un mundo lleno de aventuras y sorpresas. No lo hago esperando que te hagas indepe. Sólo me mueve el deseo de mostrarte al detalle una realidad peculiar y escandalosa que lesiona a muchos ciudadanos, incluidos miles de votantes de partidos que consideran que Catalunya debe continuar en España por los siglos de los siglos.

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