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Francesc-Marc Álvaro | Investidura bis o game over
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29 sep 2016 Investidura bis o game over

Carles Puigdemont pronunció ayer en el Parlament su verdadero discurso de investidura, porque el texto que leyó el pasado enero era una fotocopia del que había expuesto Mas en su doble intento infructuoso de conseguir el apoyo de la CUP. Por lo tanto, la cuestión de confianza impulsada por el president es dos cosas a la vez: un reset –él utilizó esta palabra– del proceso y un ejercicio de autoridad solemne dirigido no sólo a los cuperos. Pero este reset no rectifica uno de los principales problemas de la hoja de ruta de Junts pel Sí: los dieciocho meses, la prisa como primado del proceso. Ni asume públicamente que el independentismo ganó las elecciones del 27-S pero no alcanzó el 50% más 1 de los votos, un dato importante que condiciona más de lo que se dice las maniobras del Govern y la percepción exterior del proceso.

Puigdemont pronunció ayer un discurso que quería llegar con la misma fuerza a todos los sectores favorables a la independencia: a los moderados –que mencionó de manera explícita en términos elogiosos– les aseguró que buscaría el referéndum pactado hasta el final, y a los más impacientes los aseguró el referéndum unilateral, sin utilizar este adjetivo, para no asustar a nadie más de la cuenta. “Referéndum o referéndum” fue el titular que fabricó a conciencia un president que proviene del periodismo y sabe el valor exacto de cada palabra. También nos informó de que el vicepresident Junqueras asumirá la arquitectura de esta operación y el conseller Romeva, su organización. El líder de ERC no mostraba ayer una cara muy feliz. Este es el trayecto en caso de que los cuperos den la confianza al president y lo vuelvan –digamos– a investir; en caso contrario, iremos a elecciones inmediatamente y, en la pantalla del proceso, aparecerá la frase “game over” en letras grandes y brillantes. Los rostros de los anticapitalistas tampoco eran ayer la imagen de la alegría desbordante, “presupuestos o elecciones” resonaba dentro de sus cabezas. El president no explicó cómo se hará, llegado el momento, para evitar que el referéndum –inevitablemente unilateral– sea una repetición del 9-N. Es la pregunta del millón.

La alocución presidencial contenía una promesa y una advertencia seria: “Yo no fallaré, pero yo no podré cumplir sin una mayoría en el Parlament, sin fisuras y sin la gente movilizada cuando haga falta que se movilice, que hará falta. Y sé que no fallará porque, en todos estos años, si algo se ha demostrado reiteradamente es que la gente no falla cuando se la necesita”. ¿Qué está pidiendo Puigdemont a la buena gente que durante cinco años ha llenado las manifestaciones de la Diada y los actos de la Assemblea Nacional Catalana y Òmnium? Quizás el ministro Margallo tiene la respuesta.

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