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Francesc-Marc Álvaro | No era de La Cubana
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22 oct 2016 No era de La Cubana

El vídeo circula por las redes y hace reír y da que pensar. Se ve en él a una señora que intenta boicotear un acto del Diplocat en la Universidad de Louvain-la-Neuve donde intervino, entre otros, Amadeu Altafaj, representante permanente del Govern de Catalunya en la Unión Europea. Inicialmente, la mujer en cuestión se hizo pasar por estudiante y se sentó entre el público. Después, a medida que la espontánea se iba calentando micrófono en mano, quedó claro que ejercía como portavoz oficial de la embajada española en Bélgica. No era una función de La Cubana.

Las maneras de la emisaria no fueron especialmente elegantes y el moderador de la mesa tuvo que retirarle la palabra y advertirle con una frase que vale la pena reproducir: “No sé cómo es la diplomacia española, pero está claro que lo que usted ha hecho no es la forma más diplomática de hacer las cosas”. Alguien había confundido un ámbito de debate académico con el Corral de la Pacheca. El autogol de los vigilantes de las esencias es de los que hacen época.

Me fascina el detalle de hacerse pasar por estudiante. Me fascina esta comedia de todo a cien de los que dicen que los otros hacen siempre el ridículo. ¡Pobre mujer! ¿Fue idea suya, del embajador o del ministro? La táctica conecta directamente con las historietas de Mortadelo y Filemón. Cómprese un disfraz de ficus y, cuando el catalán de turno arranque con su película, salte y haga todo lo posible para que los separatistas no puedan decir nada. Espionaje de alta escuela y diplomacia vaticana, ya se ve. Alguien –que cobra del erario– ha pensado que este sistema es el más eficaz para salvaguardar lo que Madrid considera una realidad inmutable y sagrada. Alguien que es profesional del Estado está demostrando un talento sensacional. Si eso lo hiciera un enviado de la Generalitat, ya sabemos las dos etiquetas que se utilizarían: “aldeanismo” y “estilo amateur”.

En este acto se habló de Catalunya y de Escocia. No me consta que la embajada británica tuviera la misma ocurrencia que sus homólogos españoles. No me consta que ningún funcionario de Su Graciosa Majestad montara un número similar. Alguien dirá que eso pasa porque, finalmente, Londres ganó el referéndum en Escocia y ya están tranquilos. Todo el mundo sabe que la respuesta correcta es otra y que tiene que ver con la cultura política de cada Estado y con la confianza que las respectivas élites políticas tienen en la solidez de sus argumentos. Asimismo, es evidente que el Brexit ha reabierto la cuestión de la soberanía escocesa con una fuerza inusitada, lo cual podría alterar los nervios también de la diplomacia británica. Pero no, los nervios aquí son los de otros. Es la diferencia entre creer que puedes seducir con un proyecto colectivo o saber que sólo la amenaza diaria te asegura las lealtades.

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