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Francesc-Marc Álvaro | El full en blanc
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30 ene 2017 El full en blanc

No somos escoceses pero la ducha escocesa –frío y caliente– domina el proceso catalán. La misma semana de la foto de Puigdemont, Junqueras y Romeva en Bruselas el senador Santi Vidal ha marcado un autogol en la portería del independentismo. A veces, el tren de la bruja es más real que el choque de trenes, siempre anunciado. Este ruido ha tapado muchas cosas, por ejemplo las declaraciones de Enric Millo vinculando el acto del Govern en el Parlamento Europeo con la muerte de una niña que necesitaba asistencia médica. La comparación miserable del delegado del Ejecutivo español no ha provocado ningún escándalo entre los que se han escandalizado, en cambio, por las conferencias irresponsables y frívolas del exjuez; si esta es la moderación que vende Madrid, no debe extrañar que mucha gente –pase lo que pase– se haya independizado mentalmente.

El sí de la CUP a los presupuestos de Junts pel Sí permite –en teoría– que el Govern prepare y convoque el referéndum. Rajoy y sus ministros han repetido que no permitirán que el referéndum tenga lugar, lo cual nos conduce a un escenario de incremento de la confrontación institucional. En paralelo, la celebración del juicio contra Mas, Ortega y Rigau –que empieza el 6 de febrero– aporta un plus de tensión y moviliza a las bases partidarias de un Estado catalán. La estrategia de la Moncloa parte de una premisa: el proceso, tarde o temprano, se colapsará y una parte de los que ahora llevan la estelada volverá a casa, en medio de reproches y frustraciones. Mientras, la estrategia de Junts pel Sí tiene como eje la capacidad de movilización de los favorables a la independencia; más allá y más acá de las hojas de ruta, hay una hoja en blanco que nadie hace explícita: para presionar a Rajoy y los poderes del Estado ante la prohibición del referéndum sólo hay un mecanismo y es poner personas en la calle de manera pacífica. Además, la inhabilitación de políticos daría combustible a los entornos organizados, la ANC y Òmnium.

Esta hoja en blanco parte de una idea muy asentada entre los dirigentes del independentismo: “Lo que empezó en la calle acabará en la calle”. Esta idea va acompañada de una hipótesis, muy optimista: si los independentistas ocupan plazas emblemáticas del país durante muchos días, Europa no podrá simular que no pasa nada. La hoja en blanco es más relevante que la hoja de ruta, pero depende de factores desconocidos. ¿Asumirá la parte de sociedad que quiere la independencia los costes de una movilización muy larga y dura? ¿Es imaginable una protesta de este tipo sin el concurso, por ejemplo, de los grandes sindicatos? ¿Alguien ve a Rajoy aceptando negociar porque hay concentraciones masivas en varias ciudades? Estamos aquí. Dado que Puigdemont y Junqueras no quieren repetir un 9-N y dado que Rajoy no permitirá un referéndum, parece que volveremos a contar manifestantes.

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