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Francesc-Marc Álvaro | Franco, una víctima?
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31 mar 2017 Franco, una víctima?

Les propongo un ejercicio de historia ficción: imaginen que Franco, en vez de morir rodeado de máquinas y del equipo médico que dirigía su yerno, el marqués de Villaverde, hubiera muerto en un atentado de ETA o de cualquier otra organización armada. Eliminar al general fue un objetivo que se plantearon desde anarquistas hasta monárquicos, pasando por falangistas descontentos y determinados servicios secretos extranjeros. Antoni Batista es autor de un libro donde repasa esta cuestión y explica a fondo, entre otros, el atentado fallido que planeó la CNT con ayuda de ETA en agosto de 1962 en San Sebastián. Por lo tanto, no es una hipótesis descabellada, habría podido pasar. ¿Habría menos chistes sobre Franco si hubiera sido –técnicamente hablando– una “víctima” de los terroristas además del tirano que impuso su régimen represivo?

Desde que tengo uso de razón que oigo chistes sobre el Caudillo. La tradición occidental, el sentido común y las leyes no escritas de la sátira han establecido que reírse de los poderes es conveniente y también han dejado claro que reírse de un poder absoluto, injusto y criminal es imprescindible desde el punto de vista moral y político. Contra el tirano de turno, todo vale. Si está vivo, porque el humor es una manera de vencer el terror que quiere imponer; si está muerto, porque hay que celebrar que ya no pueda seguir haciendo daño.

Ahora, en plena democracia, la Audiencia Nacional ha condenado a una chica que escribió unos tuits sobre el asesinato del almirante Carrero Blanco a manos de ETA en 1973, cuando era presidente del Gobierno de la dictadura, representante de los sectores más duros del régimen y el preferido para la sucesión. Estos tuits pueden hacer gracia o no, pero esta no es la cuestión, claro. La cuestión es si Carrero Blanco es sólo una víctima de ETA o si es, ante todo, otra cosa, por ejemplo, el segundo de Franco y, por lo tanto, uno de los máximos jerarcas de un sistema culpable de encar­celamientos, torturas, ejecuciones, de­laciones y exilios. Reírse de las víctimas del terrorismo es ser infame e incumple una de las reglas del bufón: la valentía se demuestra burlándose del fuerte, no del débil. En cambio, ­reírse del número dos de un dictador es ­indispensable en una sociedad abierta. Por eso nadie condenó a los geniales Tip y Coll cuando publicaron un chiste del mismo estilo en un libro de 1984.

Esta sentencia es un escándalo y la expresión de un clima regresivo en algunos ámbitos. Una sentencia que se dicta en la misma España que mantiene el Valle de los Caídos como parque temático de los franquistas. Condenan a Cassandra Vera porque consideran que sus tuits son un “deshonor” y una “burla” a las víctimas del terrorismo, como si el almirante fuera representativo de la mayoría de las personas que ETA asesinó. Y no es así.

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