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Francesc-Marc Álvaro | El hombre de las orejas
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30 dic 2019 El hombre de las orejas

Dice el Costumari català que el hombre de las narices –que tiene tantas como días faltan para acabar el año– aparece cada 31 de diciembre. Este año, ha salido hoy lunes, un día antes de lo previsto, y se le puede rebautizar como el hombre de las orejas, porque lo escucha todo y –como el espíritu de las Navidades antiguas– nos lo recuerda para ahorrarnos errores futuros. El hombre de las orejas ha recopilado reflexiones que interesan a los negociadores de ERC y del PSOE.
 
El primer aviso es de Armand Obiols, y fue escrito en 1932: “La cuestión catalana ya se ha transformado en simple pretexto de una oscura lucha por el poder. Por razones de simple estrategia, el banco del gobierno es la trinchera de la sombra de la voluntad de Catalunya. Lo sería, también, y atacada valerosamente por los que hoy la defienden, si mañana un azar obligara a los grupos enemigos a cambiar sus posiciones”. Las cosas no se han movido mucho, Sánchez y Casado son hijos de una tradición. Por eso todo es tan frágil.
 

Tarradellas ya vio en 1976 que Madrid entiende las reivindicaciones catalanas pero no las atiende

 
Pero toda la responsabilidad no es de la clase política. Desde el exilio mexicano, en 1957, Rafael Tasis, se hace preguntas que muchos nos hacemos hoy: “¿Dónde está la agudeza política de la burguesía que había dado a los hombres de la Lliga y de la Esquerra, de una burguesía liberal de sentimientos y aferrada a los intereses –pero abierta a toda ley de ambiciones y afanes renovadores– que sabía hacerse escuchar y temer en Madrid porque tenía una base real en Catalunya y porque Catalunya era una fuerza real, la más importante de todas, dentro del conjunto de la economía peninsular?” Que los errores de Torra no tapen las impotencias de los que pretenden ser puntales económicos y empresariales.
 
Tarradellas, desde el exilio francés, en 1976, demostró, en algunos casos, una potente lucidez. Este Tarradellas todavía no debe quedar bien y por eso formula un diagnóstico irrefutable: “Yo no creo que haya ninguna incomprensión. Lo entienden muy bien, pero no quieren que tengamos nuestras libertades, y es natural que no lo quieran: no hay nadie que dé nada gratis. Los catalanes debemos acostumbrarnos a ver los problemas que tenemos enfrente. Nosotros, que somos unos grandes luchadores, cuando en Madrid se plantean problemas que se oponen a nuestras reivindicaciones, decimos que no nos comprenden, y yo creo que nos comprenden muy bien”. Supongo que Junqueras, Aragonès y Rufián negocian sabiendo esto.
 
Tres años después, en 1979, Trias Fargas, una de las cabezas más claras del catalanismo moderno, sintetizó “el problema catalán” tan bien que Iglesias debería hacer suyas estas palabras, sobre todo porque también son una crítica brillante a la casta: “El pleito no es ni ha sido nunca entre Catalunya y el pueblo castellano, ni mucho menos con el resto de España. Nuestro pleito es y ha sido siempre con una estructura estatal que, asistida por una tecnocracia inepta y apoyada en unas clases altas decadentes, pretende oprimir a todos los pueblos de España haciendo volver atrás el curso de la historia”. La España vaciada también sale de ahí. ¿Serán tan realistas los ministros de Podemos?

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