25 may 2020 Imitaciones y marcas
Si no tienes una marca, no eres nadie. Los posconvergentes que se desmarcaron de JxCat o fueron relegados por Carles Puigdemont han fundado el Partit Nacionalista de Catalunya (PNC), después de meses de análisis y debate bajo el paraguas de la asociación El País de Demà, impulsada por los que fueron conocidos, inicialmente, como Grup de Poblet.
PNC es una marca que evoca otras épocas. Durante el V congreso de Convergència, se planteó adoptar el nombre de Partit Nacionalista Català y, en algunos documentos, se apuntó que, a finales de 1978, se haría el cambio. Eso no sucedió. El sueño de ciertos militantes (que llegaron a inscribir estas siglas) chocó con el veto de Pujol. Él lo explicaba así: “No creo que fuera ni conveniente ni adecuado pasarnos a llamar PNC, aunque –en cierto sentido– nosotros ya somos el partido nacionalista”. Pujol siempre se ha definido como nacionalista, pero sabía que, en Europa, esta etiqueta no sirve. Entre 1931 y 1936, existió otro PNC, que no triunfó electoralmente y que quería emular a los vascos, integrado por figuras críticas con Macià y provenientes de entornos católicos.
La figura principal del nuevo PNC es Marta Pascal, que ejerció como coordinadora general del PDECat y que fue determinante en la moción de censura contra Rajoy del 1 de junio del 2018. Pascal tiene relaciones excelentes con la cúpula del PNV y quiere trasladar a Catalunya el estilo de los jeltzales . La elección del nombre pretende sugerir analogías con la formación que gobierna Euskadi (ahora con los socialistas) y que influye en el Congreso.
Este PNC surgido del naufragio posconvergente tiene intención de presentarse a las futuras elecciones catalanas para ofrecer un producto muy parecido al que venderá la ERC de Aragonès: soberanismo tranquilo y alejado del unilateralismo, que sea compatible con gestionar la autonomía y buscar acuerdos amplios. Pascal pondrá encima de la mesa la tradición convergente de gobernabilidad, marcando distancias a la vez con la corrupción del 3%. Necesitará mucha cintura.
¿Acudirán al PNC otros huérfanos posconvergentes que hoy buscan un lugar al sol del post- procés ? Complicadísimo, porque los hay que no tienen un problema con el unilateralismo sino con el soberanismo en general. Con respecto al eje ideológico, también hay dudas: ¿apostará el PNC por ser un actor más en la concurrida plaza del centro-izquierda o intentará, en cambio, articular el voto de los que se sitúan en el centroderecha?
El problema principal de Pascal y su equipo será actuar como los nacionalistas vascos en un país que no es Euskadi, donde el concierto económico fija una relación confederal, de facto, con el poder central. La vasquitis no es recomendable, la practiquen unos u otros (observen la cara de los dirigentes de ERC ante la última actuación de Bildu en Madrid). Más allá de las formas, un PNV catalán lo tendrá fatal para superar las contradicciones derivadas de simular un poder que, en realidad, no se tiene. Que no se acabe diciendo que los que querían reinventar la mejor Convergència han acabado haciendo una caricatura de la peor Unió.