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Francesc-Marc Álvaro | ¿De qué irá la campaña catalana?
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23 jul 2020 ¿De qué irá la campaña catalana?

Todas las campañas electorales giran en torno a una pregunta. El candidato que consigue fijar la pregunta que interesa más a la gente (la que conecta de manera más clara con sus intereses, sus preocupaciones y sus anhelos) es el que tiene más probabilidades de ganar. Acertar en la buena pregunta (de acuerdo con el momento y las expectativas de una mayoría) es la clave de una campaña eficiente y de una ulterior victoria. Para hacerlo, hay que escuchar muy bien lo que Xènius, en su Glosari , denomina “las palpitaciones del tiempo”. Más allá y más acá de las encuestas, los candidatos que no son simples talking heads utilizan su olfato para captar lo que quiere escuchar el ciudadano. En las futuras elecciones catalanas, será más importante que nunca formular con claridad la pregunta del millón. La cuestión que conecte con una sociedad fatigada y desorientada por el impacto de la Covid-19, por el colapso del procés , y por la gestión deficiente de un Govern sin liderazgo y sin impulso.

Las elecciones no las gana nunca nadie, las pierde siempre quien gobierna. Es un viejo adagio de este negocio que hay que tener muy presente en todas partes, también hoy en Catalunya. Si analizamos los recientes comicios en Galicia y Euskadi, comprobamos que el votante ha ratificado su apoyo a unos gobernantes que, en términos generales, han conseguido ser percibidos como la mejor opción para asegurar la estabilidad y el bienestar, sobre todo en uno momentos de incertidumbre muy aguda. Núñez Feijóo y Urkullu, cada uno a su manera, han conseguido continuar en el cargo porque transmiten confianza y son preponderantes en uno de los tres ejes competitivos, siempre oculto detrás del eje ideológico clásico (derecha-izquierda) y del eje centralismo-nacionalismo: el eje orden-desorden. El pre­sidente gallego y el lehendakari encarnan perfectamente el orden, la buena gobernanza y la fiabilidad, y todo eso tiene más peso en la decisión del ciudadano que otras consideraciones. “Tranquilidad y buenos alimentos” es la gran bandera del gobernante que comete pocos errores. El PP de Galicia y el PNV salían como ganadores porque la voluntad de cambio era menor a la necesidad de asegurar un horizonte colectivo lo menos turbulento posible.

Acertar en la buena pregunta es la clave de una campaña eficiente y de una ulterior victoria

En Catalunya, el Ejecutivo autonómico ha desplegado una gestión tan discutible que, cuando llegue la campaña, no podrá ser exhibida de manera triunfal por ninguno de los dos socios. Ni JxCat ni ERC estarán en disposición de explicar grandes maravillas y preferirán hablar del futuro antes que hacer balance de sus respectivos departamentos. Por otra parte, dado que Torra no será cabeza de lista del partido de Puigdemont, puede pasar que el republicano Aragonés –actual vicepresidente– tenga que responder en solitario por todo lo que ha hecho o ha dejado de hacer el Govern. Si el cabeza de lista de JxCat fuera uno de los consellers postconvergentes actual, eso quedaría algo compensado, pero ERC debería asumir igualmente el papel principal en la defensa de la etapa Torra.

JxCat no ha elegido cabeza de lista, está en un proceso de refundación que todavía puede darnos algunas sorpresas. ERC presentará a Aragonés como presidenciable, hace tiempo que está hecha la apuesta. A la vista de las últimas apariciones de Puigdemont y de Junqueras, ha quedado claro que los dos tendrán un papel muy importante en campaña, en la medida en que las limitaciones de sus respectivas situaciones lo permitan; con respecto al expresident, que estos días presenta nuevo libro, no está descartado que pueda volver a ser presidenciable, como el 21 de diciembre del 2017. Sea como sea, el asunto esencial es que ni el cabeza de lista de JxCat ni el de ERC podrán jugar cómodamente en el eje donde Núñez Feijóo y Urkullu han sobresalido, el de la estabilidad. No tengo ninguna duda de que Aragonès hará todo lo posible para reforzarse como candidato del orden y la gobernabilidad, pero esta es condición necesaria no suficiente. El secreto está –como hemos explicado– en dar con la buena pregunta que consiga convertirse en el centro de la campaña. Los comicios que convocó Rajoy bajo el 155 después de los hechos de octubre del 2017 giraron en torno a una pregunta muy clara: “¿Podemos dar por muerto el procés ?”. Los que lo entendieron mejor fueron los votantes del independentismo (y dentro de este, los de Puigdemont) y los votantes de Cs, los más radicalmente contrarios a la secesión, que convirtieron esta opción en la principal (en votos, porcentaje y escaños) de la Cámara catalana.

En cambio, los resultados del PSC y de los comunes fueron muy flojos, porque ambas formaciones quedaron al margen de la pregunta dominante, intentaron hablar de otra cosa. La mayoría esperaba oír la conversación que mantenían Arrimadas, Puigdemont y Junqueras. Y votar sí o no a la pregunta de la campaña. ¿De qué hablará el independentismo cuando nos llamen a votar? ¿Cuál será la pregunta de la próxima campaña? ¿Hablaremos de la reconstrucción ante la pandemia o de celebrar un nuevo referéndum de autodeterminación, como ayer dijo Torra?

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