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Francesc-Marc Álvaro | Fidelidad del votante ‘indepe’
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07 sep 2020 Fidelidad del votante ‘indepe’

El sondeo que ayer y hoy publica La Vanguardia certifica que el voto independentista es de una fidelidad especial a prueba de fracasos, persecuciones y disputas internas. Incluso a prueba de las críticas a la gestión del Govern (que no aprueba), en manos hoy de las dos principales formaciones favorables a la secesión. ¿Hasta cuándo será así? No lo sabemos, pero esta circunstancia permite que los candidatos independentistas aborden la futura campaña de un modo que no tiene nada que ver con lo que es habitual, a pesar de la pandemia.
 
La situación excepcional que se abrió en octubre del 2017 todavía no se ha cerrado, y no lo hará hasta que exista una solución para los presos políticos y para los dirigentes que decidieron marcharse del país. En este sentido, es relevante el grado de consenso social –el sondeo es elocuente–- que suscita la necesidad de negociar sobre la situación de los dirigentes encarcelados. Otra cosa es constatar que el clima emocional de hoy no tiene nada que ver con el de diciembre de tres años atrás, cuando los comicios bajo el 155.
 
Según la encuesta, el independentismo seguirá siendo mayoritario en la Cámara catalana, aunque ERC adelantaría a JxCat. Pero no dejemos la cuestión que exige más análisis. La robustez electoral de un independentismo magullado por la justicia española y por las interminables divisiones es un asunto apasionante. El director de este periódico, Jordi Juan, escribía ayer que un motivo de la persistencia del voto a los partidos que propugnan un Estado catalán es “porque no existe ninguna otra alternativa seductora que venga del Gobierno central”. Es cierto, pero hay otros factores que, a menudo, quedan en segundo término.
 

La situación excepcional que se abrió en octubre de 2017 todavía no se ha cerrado

 
La fidelidad del elector independentista es también una reacción a las inercias punitivas desplegadas por el Estado y celebradas por sus altavoces, así como una respuesta al inmovilismo o la lentitud de cualquier cambio de posición del Ejecutivo español (el sondeo muestra pesimismo en este punto), y también un modo de desmentir los discursos que menosprecian los agravios que una parte importante de la sociedad catalana considera fruto de una relación estructural basada en la falta de reconocimiento. Finalmente, y dado que la encuesta también evidencia la escasa popularidad de la monarquía en Catalunya, el voto a opciones secesionistas no deja de ser, de paso, un voto de rechazo al jefe del Estado.
 
Es pronto para hacer pronósticos rotundos. Veremos si se consolida el crecimiento de ERC como marca de un independentismo pragmático o hay vacilaciones que despistan al público. Es un pragmatismo que también querrán exhibir PDECat y PNC, nuevos actores. Más allá del combate Puigdemont-Junqueras y del estallido del campo postconvergente, la alta movilización del elector independentista nos dice que solo los necios confunden una condena dictada por el Supremo con la solución de un pleito histórico. La fortaleza electoral del independentismo (que contrasta con su debilidad estratégica) señala que el cambio cultural y de mentalidad que arranca en 2012 es más profundo de lo que parece.

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