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Francesc-Marc Álvaro | Bailar pegados
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05 oct 2020 Bailar pegados

Imaginen una pareja que baila pero no se sabe exactamente qué tipo de baile: mientras uno intenta los pasos del tango el otro está convencido de que suena un pasodoble. El espectáculo es cómico y penoso. Lo han adivinado: esta es la pareja que gobierna en la Generalitat: JxCat y ERC. Que las elecciones catalanas del próximo año se celebren el día de San Valentín –jornada de los enamorados según el marketing yanqui– no mejorará el baile. Los bailarines –socios y rivales a la vez– olvidarán el dictado ideológico de Sergio Dalma y no querrán saber nada de aquel hit denominado Bailar pegados que, en dos versos, resumía la mecánica de los gabinetes de coalición mejor que cualquier tratado de Ciencia Política: “Abrazados al compás sin separar jamás / Tu cuerpo de mi cuerpo”. Lo que viene ahora es la lucha “cuerpo a cuerpo” de puigdemontistas y republicanos para quedar por delante del contrincante, con quien se ha compartido el baile de la responsabilidad de gobierno en tiempo de la Covid-19. El que quede segundo sufrirá una crisis aguda.
 
Olviden los comicios del 2017, celebrados bajo el 155 y el impacto del 1-O, la declaración fake de independencia, y el encarcelamiento y exilio de varios dirigentes. Está clarísimo que el clima de opinión de hoy no tiene nada que ver con el ambiente de tres años atrás, la discreta respuesta popular a la inhabilitación del president Torra hace patente que estamos en otro momento. Las futuras elecciones vendrán marcadas por tres circunstancias: la pandemia, la crisis económica y social, y las expectativas de una rápida excarcelación de los presos independentistas. El termómetro es el asunto de los indultos, más que la mesa de diálogo, congelada de facto hasta nuevo Govern.
 

Las futuras elecciones vendrán marcadas por la pandemia, la crisis y la excarcelación

 
En diciembre del 2017, lo que importaba era plantar cara, demostrar que el independentismo no estaba muerto. En febrero del 2021, el foco estará puesto –si no sucede nada inesperado– sobre la fuerte discrepancia estratégica que hoy divide el campo independentista y la grave parálisis institucional que eso provoca. Cuando ERC y JxCat pidan el voto, la pregunta será la siguiente: ¿Por qué quieren el Govern? Cuestión que conduce a otra: ¿Fijarán una estrategia común o repetirán la confusión de la etapa Torra?
 
El candidato de ERC, Aragonés, se presentará –supongo– como una opción posibilista con voluntad de gestionar el país mientras se insiste en la vía escocesa y la mesa de diálogo. El candidato de JxCat, que no sabemos si será Puigdemont u otro, partirá de la ponencia política aprobada el sábado, que propugna una “aceleración” del procés y apuesta por mantener la vía unilateral si la negociación no da resultados. ¿Qué seducirá más a los votantes? ¿La confrontación y la prisa o asegurar el autogobierno y la paciencia para ser más? En este contexto de redefiniciones, dos cosas podrían hacer decantar la balanza: encauzar seriamente los indultos para que eso no sea una mera promesa oportunista, y la capacidad de ERC de no perder los nervios (ni el guion) ante los gestos de Puigdemont y la eventual aparición de David Fernàndez como cabeza de lista de la CUP.

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