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Francesc-Marc Álvaro | Desbordados, del todo
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21 dic 2020 Desbordados, del todo

Hay palabras que las elige el diablo. Puigdemont promueve el “desbordamiento democrático” mientras es un hecho que el Govern –donde hay consellers de su partido– se ha visto claramente desbordado por la pandemia. Sería un chiste, si la situación sanitaria y social no fuera tan grave. Para el expresident, el verbo desbordar designa una acción colectiva que alguien puede dirigir estratégicamente para conseguir algo; pero los últimos tiempos han confirmado que, en general, nos vemos desbordados por circunstancias aleatorias.
 
Ante la propuesta pragmática de ERC, la campaña de JxCat se basará en “la confrontación democrática” y “el desbordamiento”. Hemos hablado bastante del aterrizaje en el gradualismo de los republicanos, un giro complicado, porque venían de alimentar el discurso según el cual la determinación y la movilización conducirían inexorablemente a la secesión. Hablamos ahora del puigdemontismo. Puigdemont toma la expresión de los anticapitalistas, que dan –en teoría– más importancia a la calle que a la política institucional. Es una imitación más de las que convierten a JxCat en una copia mainstream y edulcorada del estilo de la CUP. En septiembre del 2018, el diputado cupero Riera dijo esto: “Hay que crear nuevas instituciones que sean la base futura de la república, crear soberanía real y un desbordamiento popular que haga que los partidos y las instituciones catalanas vuelvan a romper con el Estado y abrir un proceso democrático, refrendarlo y ser reconocido”. ¿Desbordamiento popular o democrático? Las diferencias en la adjetivación son aquí menores. Viene de antiguo. La primavera del 2016, tuve una larga conversación con un miembro del núcleo de la CUP y esta idea ya estaba muy presente. En los planteamientos cuperos, el desbordamiento (eufemismo de revuelta, insurrección, etcétera) es una idea clave.
 

ERC deja en manos de Puigdemont y la CUP la fraseología que tapa las impotencias del ‘postprocés’

 
Después de octubre del 2017, la referencia al desbordamiento reaparece. Lo hace como un mito, como un fetiche. Es paradójico que lo haga cuando se ha producido el fracaso del procés en los términos previstos a partir de la llegada de Puigdemont a la presidencia. El siempre bien informado colega Àlex Tort recupera un tuit que acredita que, en febrero de este año, Junqueras utilizó la expresión “desbordamiento democrático” junto al mensaje “tenemos que ser muchos”. Ahora, Puigdemont declara que “tenemos que desbordar democráticamente el Estado español; hay que hacerlo en las urnas, hace falta que el independentismo gane las próximas elecciones, en escaños y votos, y también en las instituciones”. Ambos discursos sugieren un significado nuevo –bastante ambiguo– del concepto desbordamiento, que ya no está vinculado en exclusiva a la capacidad de sacar las masas a la calle.
 
Esto desemboca en una de las grandes ventajas y debilidades del independentismo:crear un relato eficaz que lo significa todo y no significa nada. Ya ocurrió con la expresión momentum , tan cara a Quim Torra. ERC, que ahora apuesta por no tener prisa, deja en manos de Puigdemont y la CUP la fraseología que tapa las impotencias del postprocés (y de una legislatura sin sustancia) con la promesa vaga de una repetición (aproximada) de la jugada.

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