11 ene 2021 Aceite, agua y jarabe
Imaginen que esto es un supermercado. La última encuesta publicada por este periódico nos dice que hay tres partidos que pueden llegar muy igualados a la meta el 14-F: ERC, Junts y el PSC. Estos partidos ponen a la venta tres productos. Los socialistas ofrecen agua para enfriar las brasas del procés , los de Puigdemont distribuyen aceite para engrasar la máquina atascada del procés , y los republicanos han lanzado una novedad que es mitad agua y mitad aceite: un combinado de estabilización institucional y presión independentista que, de momento, es el preferido en los sondeos.
 
Fuera del súper, la cúpula judicial (y asociados) ha montado un tenderete donde solo encuentras jarabe. Concretamente, jarabe de palo, en la fórmula original que –dicho sea de paso– gusta a PP, Cs, Vox, sectores del PSOE y esos poderes fácticos que consideran el catalanismo –no solo el independentismo– la anomalía que hay que extirpar por tierra, mar y aire. Los fiscales del juicio del procés ya han hecho saber –con gran riqueza literaria– que la botella de jarabe se debe beber entera, con un embudo si hace falta.
 
El 14-F no va de caras y de proyectos, sino de escoger una salida, la menos mala, si puede ser
 
Agua, aceite o la mezcla de aceite y agua. Pasen y elijan lo que más les guste. Pero no se confíen, las cosas son complicadas. El sondeo de esta casa también nos dice que la mayoría quiere un Govern en manos de un único partido, nada de coaliciones; los gabinetes multicolor tienen mala prensa en Catalunya por razones obvias: las peleas entre Junts y ERC han sido constantes y agotadoras desde el primer día y, en la memoria colectiva, todavía pervive la resonancia estridente de las tensiones cotidianas en los tripartitos. Hay nostalgia de un Govern que no sea una olla de grillos, que interprete una partitura clara. Pero un ejecutivo monocolor será difícil: tendremos un Parlament con muchos grupos, lo cual implica que, si no se quieren repetir elecciones, hará falta apretar los dientes, tener cintura, ceder, y firmar pactos para salir adelante. Seamos realistas: la proporción final de agua y aceite vendrá dada por la presencia de unos u otros en el Consell Executiu, y será una combinación que probablemente deje a todos insatisfechos: demasiado aguada para estos, demasiado aceitosa para aquellos. Mientras, mostrar el espantajo de un nuevo tripartito es un modo de tapar el debate de fondo: sobre las impotencias (y autoengaños) del independentismo y sobre el inmovilismo estructural de los llamados constitucionalistas. Recuerden: al día siguiente de tener nuevo president, Sánchez debería convocar la mesa de diálogo, si no quiere convertir el PSC en el trapo del polvo.
 
Aragonès, Borràs e Illa son los únicos que tienen posibilidades de presidir el futuro Govern. Hemos tenido épocas de liderazgos más afortunados. Pero esto no va –me parece– de caras ni de proyectos: va de escoger una salida, la menos mala, si puede ser. En cualquier caso, lo haremos bajo la vigilancia de los que administran el jarabe de palo, los togados que acaban de recibir un buen revés de la justicia belga, que ha negado la extradición del exconseller Lluís Puig.