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Francesc-Marc Álvaro | El vial de Rinconete
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24 ene 2021 El vial de Rinconete

Uno de los padres de la Constitución de 1978 dijo un día que la gran diferencia entre una democracia y una dictadura es que la primera puede ser atacada por la corrupción pero la segunda siempre es estructuralmente corrupta. Estoy de acuerdo. Por eso el retorno de Rinconete y Cortadillo (y el Lazarillo, el Buscón y demás pájaros de la tradición picaresca) a caballo de las vacunas contra el coronavirus es un espectáculo que debe ser celebrado por todo lo alto. En la época de Franco, lo de las vacunas (y el piso de protección oficial, el empleo fijo para el hijo o las vacaciones a cuenta del erario) para los listos de turno no llamaba la atención, pues era “lo normal”. Ahora, el que se pone delante en la cola queda retratado, ya sea consejero autonómico, esposa de un alcalde, general cargado de medallas, gerente de un ente provincial, o propietario de una residencia de ancianos que aprovecha los restos del vial para invitar a la cuadrilla a un chupito de Pfizer, como antes invitaba a una copa de Rioja.
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Algo bueno tendrá no ser como China. Aquí, al menos, las cosas se van sabiendo y, por otro lado, los fiscales del Supremo incluso tienen que argumentar –más o menos– por qué motivos no otorgan el tercer grado a unos presos (a pesar de los informes favorables de las juntas evaluadoras). A los jerarcas chinos les conviene que se difunda la idea de que la democracia es un juguete roto, un modelo obsoleto frente a un sistema –el suyo–que es capaz de vacunar a miles de personas en un solo día, cual pollos en una cinta transportadora. Y lo hacen sin que aparezcan cuñados de concejales pasándose las dosis de vacuna sobrantes en una esquina, tras ofertar la mercancía como mandan los cánones: “Mierda de la buena, te lo juro”. No, en Pequín, la picaresca no se llama picaresca y la información es únicamente oficial, con lo cual la felicidad de rebaño está más asegurada que la inmunidad de ídem.
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No habían previsto controles ni multasni multas contra los pí­caros de la vacunación

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Aquí, en cambio, somos más de improvisar. Ni el Ministerio de Sanidad ni la mayoría de ­autonomías habían previsto controles ni multas contra los pí­caros de la vacunación. Debe ­tratarse de un homenaje al siglo de oro.

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