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Francesc-Marc Álvaro | El embate y otros espejismos
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05 abr 2021 El embate y otros espejismos

Hay conceptos del independentismo catalán que nadie sabe qué significan pero que se utilizan habitualmente, y parece que son importantes, porque sirven para justificar las decisiones de calado. Por ejemplo, en la entrevista que ayer le hizo Silvia Angulo en estas páginas, Jordi Sànchez, explicaba que Puigdemont “quiere contribuir a garantizar un espacio de encuentro del independentismo para dar continuidad al 1 de octubre”. El secretario general de Junts, encarcelado en Lledoners, no da más pistas. ¿Cuál es y cómo es la continuidad del 1 de octubre?
 
El referéndum unilateral no fue reconocido por nadie y de aquel resultado no salió ningún mandato efectivo, como han asumido todos los partidos independentistas al exigir una futura consulta pactada con el Estado. Por lo tanto, ¿cómo hay que interpretar la voluntad de dar continuidad a una jornada que, en realidad, fue una desobediencia a gran escala?
 
El 1-O del 2017 es un hito del nuevo independentismo pero es también un elemento que bloquea imaginar caminos nuevos. Como indica Vicenç Fisas, autor del muy interesante libro Repensar el procés a través del dialogo , es necesario que aparezcan voces partidarias de “hacer las cosas de forma más sensata, gradual, con más tiempo, más alianzas, nuevas salidas y buscando mayorías muy amplias”. Un diagnóstico que podría suscribir Sànchez, el principal estratega del partido de Puigdemont, que no es un hiperventilado.
 

Alonso-Cuevillas ha tenido un momento de realismo y ha osado decir que el rey va desnudo

 
No obstante, Sànchez fundamenta su discurso en premisas tan equívocas como el 1-O, quizá para crear un relato que compense la principal debilidad de Junts: ser una organización supeditada a la táctica que va generando el recorrido judicial de Puigdemont en Europa, lo cual impide que fije una estrategia clara que vaya más allá de una retórica de choque, basada en referencias vagas, espejismos y palabras-fetiche, como embate.
 
Esta posición –que se pretende la continuadora genuina del procés – es la que conduce Junts a propiciar una política de desobediencias institucionales que no dan ningún rédito político, pero que son presentadas como prueba de fidelidad a la causa. Alonso-Cuevillas ha tenido un momento de realismo y ha osado decir que el rey va desnudo, en Vilaweb : “No sé si tiene sentido que te inhabiliten por haber tramitado una resolución que no lleva a ningún sitio; la inmolación debe hacerse si tiene alguna eficacia; si no, me parece absurda”. Estas declaraciones, que coinciden con ERC, ponen en cuestión las agrias críticas de Junts a Roger Torrent por su papel en la anterior legislatura. Josep Costa –vigilante de la ortodoxia– ya ha mostrado tarjeta roja a su correligionario y flamante miembro de la mesa del Parlament.
 
Sànchez suelta dos mensajes que parecen contradictorios: “Desde la plaza Sant Jaume no tendremos capacidad para hacer un embate al Estado” y “preparémonos para ese embate democrático”. Entonces, ¿desde dónde prevé impulsar este hipotético embate? ¿La calle? ¿El Parlament? Quizá el secretario general de Junts debería avisar a Laura Borràs que la Cámara catalana no es tampoco el mejor lugar para hacerlo, incluso si se acaba cargando a todos los letrados que no le gustan.

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