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Francesc-Marc Álvaro | Del bus de Saura al de Paluzie
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11 abr 2021 Del bus de Saura al de Paluzie

Mi propuesta es esta: rodar una película sobre el procés a partir de un vehículo emblemático: el bus. El bus lo explica todo, incluso cuando las cosas se salen de madre, como anticiparon en un spot electoral muy exitoso los dirigentes de la CUP, la mejor y más original agencia de publicidad del independentismo. Ahora, la ANC ha puesto en circulación un bonito bus de color amarillo que, hasta el día de Sant Jordi, recorrerá las calles de Barcelona y del Barcelonès para exigir que el próximo Govern de la Generalitat –sí, este que tarda tanto en llegar– “haga efectiva la independencia” y que sea “ahora”. Al ver la foto del bus de la ANC, he pensado en otro bus: el bus del Estatut, que el Govern tripartito se ingenió el verano del 2004 para promover “la participación ciudadana” en la elaboración de la nueva ley fundamental, que se aprobó en el 2006 y que el TC recortó y vació en el 2010.
 
Entre el bus del Estatut del conseller ecosocialista Joan Saura y el autobús por la independencia de Elisenda Paluzie han pasado 16 años. Aquel bus del Estatut era un vehículo institucional que circulaba movido por la fe en el reformismo y el marco constitucional, esperando un abrazo federalista que llegó en forma de varapalo. El autobús de la ANC –que luce una inscripción que reza “52% en vots, 74 escons”– es un vehículo de una entidad privada que es movido por la voluntad de influir sobre unos partidos que considera “dudosos”. El bus de Saura pretendía interesar a la gente en una reforma que la sociedad no pedía y el bus de Paluzie es la exhibición de una impotencia elevada a marketing. Entre uno y otro, el hilo barroco del esteticismo catalán, siempre más intenso cuando el poder es menos real. Me molesta poner una cita tan rancia, pero ahora pega: “Levantinos, os pierde la estética”. Miguel de Unamuno dirigiéndose a los catalanes, desde su condición de vasco que había redescubierto la españolidad después de pasar una etapa vasquista.
 

La estampa es la de un independentismo desconectado de la realidad, pendiente de sus trifulcas

 
Mientras el autobús de la ANC pasea por el área metropolitana como lo haría alguien disfrazado de Pantera Rosa en una convención de amantes del arte floral y la jardinería, todo está en el aire. Quiero decir que ERC y Junts todavía no han anunciado acuerdo alguno de Govern. La estampa es la de un independentismo desconectado de la realidad, pendiente solo de sus trifulcas internas.
 
Desgraciadamente, el único momento de verdad relacionado con el procés proviene de la represión judicial: la revocación del tercer grado para Carme Forcadell y Dolors Bassa nos recuerda que la herida está abierta, y que el Gabinete Sánchez ha puesto la carpeta catalana en un rincón de paraguas, a la espera de que pase la batalla de Madrid. Cuando el magistrado de turno escribe que el Supremo encuentra “insuficiente” lo que denomina “la interiorización de sus actos” (eufemismo que significa que las presas abjuren de sus ideas), se me aparecen los ultras que asaltaron en el 2013 la librería Blanquerna, en Madrid, que todavía no han ingresado en prisión; siempre lo aplazan. Puede que la democracia española sea plena, pero es también estrábica.

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