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Francesc-Marc Álvaro | Un pantano del tiempo
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02 may 2021 Un pantano del tiempo

Es el libro de ficción más vendido de Sant Jordi en catalán y es también una novela magnífica, porque un best seller puede ser a la vez una obra que hace pensar, que emociona sin rebajas y que ilumina la vida colectiva con preguntas incómodas. Hablo de La mujer de su vida (Destino), que Xavier Bosch ha escrito con un 50% de cabreo y un 50% de compasión. La peripecia y los personajes creados por nuestro colega nos arrastran a uno de los pantanos más oscuros de la historia reciente de nuestro país: el robo y venta de bebés bajo los circuitos de la adopción irregular, mediante redes donde participaban desde médicos hasta monjas, pasando por algunas autoridades que dejaban hacer.
 
El asunto –de una gravedad extrema– es conocido, pero parece que ha quedado aparcado definitivamente en la mesa de los que podrían hacer algo para abordarlo. La novela de Bosch nos obliga a ponernos en la piel de una persona que descubre una mentira que cambia completamente la visión que tiene de sí misma y de los que más quiere. Se nos invita a entrar en un pantano oscuro del tiempo que limita con dos afirmaciones contradictorias. Primera: hay injusticias que no prescriben nunca aunque la ley así lo establezca. Segunda: no podemos juzgar el pasado con los ojos del presente. En este pantano oscuro y olvidado, el dolor de las víctimas es incurable: está condenado a atravesar un puente frágil de ambigüedades morales en función del contexto histórico. Este comercio de criaturas, que empieza bajo el franquismo y perdura durante la democracia, fue posible porque los comportamientos que lo sustentaban surgían de una percepción totalmente distorsionada del bien y del mal, lo cual explica –más los silencios bien engrasados– la costra de impunidad que ha protegido a los malhechores que se enriquecieron con estas redes.
 

Xavier Bosch nos arrastra a un oscuro pantano de la historia reciente

 
Leyendo la novela de Bosch, nos indignamos con este país y, después, comprendemos, que es lo que nos permite mirar el dolor de frente. Iba a escribir que también perdonamos, pero eso no lo sé a ciencia cierta. Perdonar es un ejercicio imprescindible que exige un silencio que ahora no tenemos.

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