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Francesc-Marc Álvaro | Andreotti en Waterloo
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10 may 2021 Andreotti en Waterloo

Tras varios meses de vodevil, el independentismo catalán asume públicamente que no existe: hay proyectos muy diferentes que se denominan independentistas. Lo dije en TV3 durante la noche electoral del 14 de febrero y mis compañeros de mesa me miraron como si fuera un marciano. Lo repito: no hay independentismo, hay varios independentismos y, además, son irreconciliables. Ya era hora de elevar a oficial lo real.
 
Del movimiento de Pere Aragonès para evitar la repetición electoral y quedar en manos de Puigdemont, el primer efecto que destacar es la posibilidad de que Junts se convierta en un partido de oposición, como propugnan Laura Borràs y varios independientes, desde la noche en que ERC les arrebató el primer puesto del bloque. Pero esta posibilidad choca frontalmente con el alma convergente que pervive en estas siglas, algo que no es exclusivo de los consellers Calvet, Sàmper y Budó; también comparten ese sentido del poder los presos Rull, Turull y Forn, y los casi doscientos cargos que saldrían automáticamente del Govern. El alma institucional convergente, en cambio, se ha evaporado de las bases del puigdemontismo, como quedó claro en las primarias en las que Borràs arrasó.
 

Hay varios independentismos irreconciliables; no se trata de simple desconfianza entre socios, es canibalismo

 
Aunque Jordi Sànchez había dicho que Junts podría prestar sus votos para la investidura sin estar en el gabinete, Puigdemont tiene la última palabra y el sábado apareció para advertir que los suyos no se dejarán pisar. Y Elsa Artadi añadió ayer que “Junts nunca ha dicho que regalaremos gratis los votos” ¿Iba de farol el secretario general, preso en Lledoners, cuando ofreció investidura sin estar en el Consell Executiu? Para completar el cóctel, la dirección de Junts preguntará a la militancia, un ejercicio de resultado imprevisible, dado que para imitar a la CUP hay que ser tan listo (y organicista) como los anticapitalistas.
 
Mientras en ERC hay una estrategia clara, en Junts no hay estrategia alguna (a pesar de los esfuerzos de Jordi Sànchez) y todo se rige por la táctica que Puigdemont inspira a partir de su periplo judicial en Europa. Los junteros esperan que no arranque la mesa de diálogo y que Pedro Sánchez congele la agenda catalana; creen que el “cuanto peor, mejor” les volvería a colocar como primera opción independentista, algo que les lleva a denunciar cada día la apuesta de los republicanos como sospechosa. No se trata de simple desconfianza entre socios, es canibalismo. Por todo ello, ambos partidos –pase lo que pase con el Govern– tratan de fijar un relato que asocie el fracaso independentista al otro, para debilitarlo y acabar con el empate de facto en las bases del procés.
 
El fantasma de Giulio Andreotti pasea hoy por la residencia de Puigdemont en Waterloo. Se atribuye una frase muy recordada al célebre político italiano: “el poder desgasta al que no lo tiene”. Podría corroborarlo el fantasma de Joan Reventós, el socialista que habría podido cogobernar con Pujol en 1980, pero el PSC rechazó esa opción y regaló a los convergentes la autonomía. Mi vaticinio: si Junts se va a la oposición, se romperá.

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