17 may 2021 Los líderes más queridos
Este cronista habría dicho que la abstención pasaría factura a los partidos independentistas en caso de repetición electoral, pero el sondeo que ha publicado La Vanguardia indica que tanto ERC como Junts crecerían en escaños y porcentaje, solo la CUP experimentaría un pequeño retroceso. Eso pone sobre la mesa la distancia entre el malestar del votante independentista por un barullo que no entiende y su comportamiento final en caso de que sea llamado nuevamente a las urnas. El que los indultos de los presos del procés no lleguen es un aliciente fuerte para que las bases mantengan la movilización, a pesar de la discordia entre los dos partidos grandes del bloque. Con todo, hay un dato secundario que merece mucha atención: los electores que puntúan más alto a sus líderes son los de Junts, algo que hace que Carles Puigdemont obtenga un 8,1 (que contrasta con el 5,1 que le otorgan los votantes de ERC). Mientras, tanto Jordi Sànchez como Laura Borràs alcanzan un 7,8 entre sus partidarios
¿Qué nos dice esto? En primer lugar, que el partido independentista que tiene unas bases (votantes y simpatizantes) más satisfechas con sus líderes es Junts, lo cual revela que las decisiones que ha tomado Puigdemont han reforzado su liderazgo, a pesar de recibir críticas desde fuera (o desde dentro, siempre con sordina). En segundo lugar, que la indefinición estratégica de Junts no es percibida por sus seguidores como un problema, priorizan –hay que suponer– otras cosas. Y, en tercer lugar, que las disputas entre los sectores de Junts, a pesar de provocar ruido, no ponen en crisis las lealtades de sus electores, que son los más convencidos respecto de las figuras que los representan. La conclusión es relevante y hay que tomar buena nota: Puigdemont ha conseguido blindar de manera muy eficaz su apuesta política aunque su partido es un conglomerado inestable de sensibilidades diversas y en pugna.
La indefinición estratégica de Junts no es percibida por sus seguidores como un problema
Esta circunstancia provoca que las bases de Junts sean poco permeables a una corrección estratégica como la que impulsa ERC. Dicho de otro modo: el votante de Puigdemont ni quiere ni puede abandonar la burbuja, lo cual también acaba limitando el margen de acción de Waterloo y de Jordi Sànchez, en una retroalimentación que, sobre todo, beneficia al núcleo purista que (surgido en torno a Torra) integran Borràs, Costa, Dalmases, Canadell y otros. Figuras como el conseller Calvet y otros convergentes de tradición institucional, incluidos los presos Rull, Turull y Forn, se ven obligadas a aceptar planteamientos de los cuales dis-crepan.
Puigdemont no explica qué plan tiene, más allá de repetir el “no surrender” y expresar su total desconfianza en Pedro Sánchez. El votante de Junts no necesita nada más: da un salto de fe. Algunos filósofos describen el salto de fe como la aceptación de un intangible sin necesidad de prueba alguna. Mientras, el votante de ERC piensa que el Gabinete español no es de fiar, pero acepta la lógica del mal menor. En las bases del procés , hay un empate diabólico entre creyentes intensos y escépticos que buscan grietas para avanzar.