30 may 2021 El animal que llevas dentro
Durante años he pensado que todos, en este país, eran fans de Bruce Springsteen y que si uno no lo es, comete una especie de pecado mortal. El fallecimiento de Franco Battiato me ha hecho descubrir que no estaba solo y que, por lo visto, hay un club numeroso de admiradores del artista siciliano, discretos y silenciosos, que hemos buscado el centro de gravedad permanente sin decirlo a nadie. La verdad es que, con la muerte de Battiato, he tenido una especie de revelación que tiene que ver con acceder al secreto que, según el afinado Javier Gomá en el prólogo de Un hombre de cincuenta años , se nos ofrece cuando llegamos a esa edad: “Melancolía ante el cadáver: esto es lo que queda tras atravesar las aguas heladas del conocimiento”.
Se nos mueren los progenitores y, como dice también el filósofo y dramaturgo, se rompe el espejo que nos regalan los demás y “nos quedamos con nosotros mismos, independientes y frágiles”. El mismo día que me pusieron la primera dosis de la vacuna –Pfizer, para ser exactos– volví a escuchar una canción de Battiato que tenía medio olvidada: L’animale . Me gustaba mucho a los veinte años, pero hasta ahora no he comprendido lo que dice. Es como jugar a solas al escondite tres décadas. La sensación es placentera y dolorosa a la vez. ¿Les ha pasado? Mientras hacía cola para el pinchazo, se me hicieron presentes los amigos y los amores perdidos, convocados por las notas del maestro. Fui engullido por un agujero negro, inmenso. Frágil: me rompí.
Con la muerte de Franco Battiato, he tenido una especie de revelación
La pieza es, probablemente, una de las grandes canciones de amor del siglo XX, un himno: “Ma l’animale che mi porto dentro / Non mi fa vivere felice mai / Si prende tutto anche il cafè / Mi rende schiavo delle mie passioni / E non si arrende mai e non sa attendere / E l’animale che mi porto dentro vuole te”. El animal que llevamos dentro. Y los muertos que contemplamos cuando descubrimos que, afortunadamente, la bestia nos ha salvado de ser felices. La desazón incurable era la libertad que llegaba sin avisar.
No siento nostalgia por el joven que partió. Solo lamento no haber conocido personalmente a Battiato para darle las gracias.