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Francesc-Marc Álvaro | El síndrome Macià
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14 jun 2021 El síndrome Macià

Se está sorteando quién será el dirigente del independentismo que vivirá el síndrome Macià. ¿A quién le tocará? ¿Junqueras? ¿Aragonés? ¿Sànchez? Hagamos memoria: el principal líder de masas del catalanismo de los años veinte se convierte en primer president de la Generalitat moderna en 1931, a raíz de las municipales del 12 de abril, que precipitan el exilio de Alfonso XIII. Después de que Companys lo hiciera desde el balcón del Ayuntamiento, Francesc Macià proclamó, el 14 de abril desde el balcón de Palau, la República Catalana como Estado integrante de la Federación Ibérica.
 
El gobierno provisional de la Segunda República envió una delegación a Barcelona para convencer a l’Avi de que diera marcha atrás y aceptara un gobierno autónomo bajo el nombre de Generalitat, inspirado en la institución suprimida por Felipe V. El rebelde de Prats de Molló transigió. Macià confesó que “hoy hago el sacrificio mayor de mi vida”. A pesar de ello, para una gran mayoría, el president se convirtió en un mito intocable y querido, por encima de todos los partidos.
 

La historia no se repite nunca, pero hay actitudes, palabras y circunstancias que parecen clonarse

 
Desde el campo separatista que no se había integrado en ERC, surgieron críticas muy severas a la figura del exteniente coronel que, bajo la dictadura de Primo de Rivera, había propugnado la secesión de Catalunya mediante la vía insurreccional. Antiguos camaradas de Macià escribieron esto sobre el día que él acató el dictado de Madrid: “Esa tarde terminaba una época de doctrina idealista, enterrándose Catalunya quién sabe hasta cuando; y, se caía el ídolo más alto que Catalunya había tenido durante veinticinco años”. En el libro Catalunya, poble dissortat , de 1933, J. Casals y R. Arrufat hacen esta descripción de las horas posteriores al 14 de abril: “Macià daba la sensación de que no sabía lo que tenía entre manos; aquel mando no sabía cómo ponerlo en funciones. Con el teléfono en las manos, no paraba de telefonear a Madrid, preguntando qué era lo que tenía que hacer. Alcalá Zamora pedía con insistencia que Macià y Catalunya les ayudara, que se pusieran a su lado, etc”. Desde el bando contrario, Francesc Cambó es igual de duro: “Hasta entonces, Francesc Macià se había puesto personalmente en ridículo muchas veces; ahora, y desde el poder supremo de su país, también había puesto en ridículo a Catalunya”
 
Todo eso se parece demasiado a nuestro presente. La historia no se repite nunca, pero hay actitudes, palabras y circunstancias que parecen clonarse. La reciente carta de Junqueras, donde el líder de ERC renuncia a la vía unilateral, ha provocado reacciones airadas que tienen el mismo tono de los ataques de los que se sintieron decepcionados por Macià. A su vez, la réplica de Jordi Sànchez también ha dado lugar a críticas feroces, dentro y fuera de Junts, contra el secretario general de esta formación, por recordar que el 1-O era, inicialmente, para presionar a Rajoy para que aceptara un referéndum a la escocesa. El síndrome Macià sobrevuela la actualidad. También podría acabar recibiendo Aragonès. Incluso Puigdemont podría ser víctima del síndrome Macià, porque el expresident cometió el error de abrir la puerta de su partido a los puristas más tóxicos, esos que ven “traidores” en cada esquina.

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