11 jul 2021 Cumplir sesenta años
Òmnium Cultural cumple sesenta años. Esta entidad fue creada por un grupo de prohombres en tiempos del franquismo para evitar que la cultura catalana se convirtiera en un simple residuo folclórico, un cacharro arqueológico, la postal de un imposible idealizado. Hoy, Òmnium es una de las organizaciones de la sociedad civil de aquí con más socios, un espacio donde gente diversa se encuentra para trabajar desde abajo en la mejora de este país, en el que, a veces, hay que pedir perdón por hablar en catalán. Catalunya es un lugar tan extraño que te pueden calificar de supremacista o de cosas peores si solicitas que el médico, el dependiente o el juez te entiendan en catalán (y que hablen lo que quieran). Esto convierte a los catalanohablantes –nos convierte– en españoles de segunda y en europeos de tercera.
Cuando presentamos la edición en catalán de La Vanguardia, en la primavera del 2011, comprobamos que muchos lectores estaban contentos porque su periódico de toda la vida les hablaba por fin en el idioma en el que ellos piensan, aman y viven. Desde aquel día, es normal que cada uno pueda leer este rotativo centenario en la lengua que siente más cercana. Es esta normalidad la que, desde los tiempos difíciles de la dictadura, propugna Òmnium, a partir de una visión dinámica y abierta de las identidades que la añorada Muriel Casals potenció como presidenta, y que el amigo Cuixart –felizmente libre desde hace poco– ha hecho suya, con el entusiasmo que lo define.
Òmnium Cultural no es solo la promoción de la lengua catalana
Pero Òmnium no es solo la promoción del catalán. Es mucho más, sobre educación, integración de las personas migrantes o ayuda a los creadores. Òmnium no es todo el país (ni pretende serlo), pero la sociedad catalana no se explicaría sin la mucha y buena labor que realiza esta entidad, que –por cierto– funciona gracias a las cuotas de sus socios y no gracias a subvenciones, como algunos repiten con mala fe.