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Francesc-Marc Álvaro | (Català) Posar-hi un català
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12 jul 2021 (Català) Posar-hi un català

Apenas medio año ha durado Miquel Iceta en el Ministerio de Política Territorial, lo cual nos dice algo (no muy positivo) acerca del federalismo del PSOE, de la influencia del PSC en Madrid, de la voluntad de Pedro Sánchez de abordar seriamente el conflicto catalán y del sentido de los tiempos de los líderes que se mueven a golpe de encuesta. Este cronista, en su concepción moderna de la política, había pensado ingenuamente que la apuesta del presidente español por Iceta para la cartera del lío mayúsculo era una buena señal. A pesar de que el bregado líder socialista catalán encarna el apoyo de su partido a la aplicación del 155 y los independentistas no se lo han perdonado (impidieron su elección como senador), no se puede negar que su conocimiento de la realidad catalana le hacía muy adecuado para impulsar la agenda posprocés. Desconocemos si la nueva titular de Política Territorial, la castellana Isabel Rodríguez, ha pensado mucho o poco en la España plural, el federalismo y el problema que nos ocupa. Estamos dispuestos a dejarnos sorprender.
 
El PSC cuenta ahora con dos ministros en el Ejecutivo de Sánchez. Además de Iceta –que toma las riendas de Cultura y Deportes–, estará Raquel Sánchez, que deja la alcaldía de Gavà para hacerse cargo del Ministerio de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana. ¿Estarán ambos en la mesa de diálogo? Hay que suponer que, al margen de quienes integren la representación del Gobierno en la mesa, Iceta será escuchado en la Moncloa cuando se trate este asunto, habida cuenta de que los matices cuentan mucho en este viaje y eso lo sabe bien el hombre que habló de los indultos antes que nadie (y le cayó la del pulpo por hacerlo).
 

Madrid deberá pasar de las buenas palabras a las concreciones

 
La pasada semana circulaba un rumor que, como tantos rumores que van y vienen, finalmente quedó en nada. Al parecer, algunos especulaban con que Iceta pudiera convertirse en uno de los nuevos vicepresidentes de Sánchez, lo cual me hizo pensar en los tiempos en que Iceta fue director del gabinete de análisis en la Moncloa, con despacho en el área de Semillas, siendo Narcís Serra vicepresidente de Felipe González. Hubiera tenido sentido para dar a la agenda catalana la importancia que merece, sobre todo después de la actuación enfática de Sánchez en el Gran Teatre del Liceu. No nos engañemos: pasado el verano, el elefante catalán seguirá en el centro de la escena, aunque ahora parezca menos elefante porque ERC asume una estrategia posibilista. Tan cierto es que la vía unilateral es hoy imposible como que Madrid deberá pasar pronto de las buenas palabras a las concreciones. No bastará con espejitos y collares de cuentas. Habrá que hablar del huevo –fondos europeos– y del fuero, por decirlo clásicamente.
 
El subtexto de la fugaz (y, por breve, decepcionante) experiencia de Iceta como ministro de Política Territorial nos conduce a una pregunta que ya se hacían algunos hace más de cien años: ¿Para qué sirve un ministro catalán? Es una cuestión que remite a un mundo que ha desaparecido, aunque algunos no se quieren enterar.

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