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Francesc-Marc Álvaro | La peste del fanático
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07 nov 2021 La peste del fanático

Si alguien se tira un pedo en un espacio pequeño, la peste acaba dominando el ambiente y se produce una cierta incomodidad entre los presentes. Las expresiones de los fanáticos, en cualquier debate o discusión pública o privada, tienen el mismo efecto: contaminan los argumentos y corrompen el diálogo hasta desfigurarlo y hacerlo imposible. Cuando el fanatismo señorea, no se sabe exactamente de qué hablamos y las palabras dejan de tener sentido y se convierten en otra cosa. Por todas partes el fanatismo amenaza las sociedades y por todas partes los fanáticos pueden convertir causas nobles y respetables en la excusa para que el odio y la exclusión se impongan como lo más normal. Es algo que hemos visto muchas veces. También lo hemos visto y lo vemos cerca de casa.
 

Cada día somos más los catalanes que recibimos el calificativo de traidor

 
Hace poco, un individuo me tildó de “traidor” en un tuit. Hasta aquí, nada del otro mundo. El emisor del tuit, un supuesto independentista enfadado con un artículo mío que cuestionaba el Consell per la República y algunas declaraciones de Puigdemont, asocia la traición con todos los que no dicen lo que él cree (escribo “cree” porque poner “piensa” sería exagerar). Cada día somos más los catalanes que recibimos el calificativo de traidor, algo que dibuja qué tipo de república tiene en la cabeza cierto personal.
 
El tuit que comento contenía una segunda parte donde el individuo escribió esto: “Cuando logremos la independencia tendremos que hacer limpieza de impresentables como él”. A pesar de ser una amenaza no pude evitar sonreír y reírme. ¡Una propaganda muy inteligente para ampliar la base del independentismo! Al fanático comarcal no le basta señalar traidores como antes algunos buscaban herejes. También se siente empujado a anunciar una gran purga (no tengo claro si propugna mi eliminación física o soluciones menos irreversibles) de elementos que él considera “desafectos”, como harían Franco, Hitler, Stalin o Pol Pot. El concepto “limpieza” no es casual, porque los fanáticos aspiran a una sociedad donde reine la pureza, representada por ellos.
 
El escritor israelí Amos Oz ha dicho y escrito que los fanáticos no acostumbran a tener sentido del humor y –añado yo– pecan de solemnes. El pobre diablo que usa Twitter para amenazar cree que hace algo importante, pero solo hace el ridículo, como un payaso involuntario.

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